Gabriel Marañon Baigorrí
La ciudad de Betulia estaba sitiada por las tropas asirias. El general que las mandaba era Holofernes y quería apoderarse de la ciudad. Los judíos estaban angustiados, pues carecían casi de agua. Su situación, pues, era crítica.
Había en la ciudad una joven viuda, llamada Judit, mujer muy bella y de noble y digna presencia. Su marido, Manasés, le había dejado oro y plata, siervos, ganados y campos que ella por sí administraba. Era mujer muy temerosa de Dios y estaba entregada a la oración, al ayuno y a la penitencia.
Vio Judit cómo el pueblo estaba muy abatido y dispuesto a entregar la ciudad al enemigo. Entonces ella habló al pueblo y le prometió salvar a Betulia. Judit se postró, rostro en tierra, y clamó con gran voz al Señor pidiéndole quebrantara el poder de los enemigos del pueblo de Israel.
La oración de Judit
Entonces Judit se postró en tierra, esparció ceniza sobre su cabeza, puso al descubierto el sayal con que estaba ceñida e imploró al Señor en alta voz. Era la hora en que se ofrecía en Jerusalén, en el Templo de Dios, el incienso de la tarde. Judit dijo:
2 "¡Señor, Dios de mi padre Simeón!
Tú pusiste en sus manos
una espada vengadoracontra aquellos extranjeros
que arrancaron el velo de una virgen para violarla,
desnudaron su cuerpo para avergonzarla
y profanaron su seno para deshonrarla.
Aunque tú habías dicho: ‘Eso no se hará’,
ellos, sin embargo, lo hicieron.
3 Por eso entregaste a sus jefes a la masacre,
y así su lecho, envilecido por su engaño,
también por un engaño quedó ensangrentado.
Bajo tus golpes, cayeron muertos
los esclavos con sus príncipes
y los príncipes, sobre sus tronos.
4 Tú entregaste sus mujeres al pillaje
y sus hijas al cautiverio,
y dejaste todos sus despojos
para que fueran repartidosentre tus hijos predilectos,
los cuales, enardecidos de celopor causa de ti
y horrorizados por la mancha infligidaa su propia sangre,
habían invocado tu ayuda.
¡Dios, Dios mío, escucha ahora la plegaria de este viuda!
5 Tú has hecho el pasado, el presente y el porvenir;
tú decides los acontecimientospresentes y futuros,
y sólo se realiza lo que tú has dispuesto.
6 Las cosas que tú has ordenado
se presentan y exclaman:‘¡Aquí estamos!’.
Porque tú preparas todos tus caminos,
y tus juicios están previstos de antemano.
7 Mira que los asirios, colmados de poderío,
se glorían de sus caballos y sus jinetes,
se enorgullecen del vigor de sus soldados,
confían en sus escudos y sus lanzas,
en sus arcos y sus hondas,
y no reconocen que tú eres el Señor,
el que pone fin a las guerras.
8 ¡Tu nombre es ‘Señor’!
Quebranta su fuerza con tu poder,
aplasta su poderío con tu ira,
porque se han propuesto profanar tu Santuario,
manchar la Morada donde habitala Gloria de tu Nombre,
y derribar tu altar a golpes de hierro.
9 Mira su arrogancia,
descarga tu indignación sobre sus cabezas:
concédeme, aunque no soy másque una viuda,
la fuerza para cumplir mi cometido.
Por medio de mis palabras seductoras
10 castiga al esclavo junto con su jefe
y al jefe junto con su esclavo.
¡Abate su soberbia
por la mano de una mujer!
11 Porque tu fuerza no está en el número
ni tu dominio en los fuertes,
sino que tú eres el Dios de los humildes,
el defensor de los desvalidos,
el apoyo de los débiles,
el refugio de los abandonados
y el salvador de los desesperados.
12 ¡Sí, Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel, Soberano del cielo y de la tierra, Creador de las aguas y Rey de toda la creación: escucha mi plegaria! 13 Que mi palabra seductora se convierta en herida mortal para los que han maquinado un plan siniestro contra tu Alianza y tu Santa Morada, la cumbre de Sión y la Casa que es posesión de tus hijos. 14 ¡Que toda tu nación y cada una de sus tribus reconozcan que tú eres Dios, el Dios de toda fuerza y de todo poder, y que no hay otro protector fuera de ti para la estirpe de Israel!".Una mañana se vistió Judít con toda elegancia; aderezó sus cabellos, púsose un adorno en la cabeza y se embelleció con brazaletes, anillos y aretes. Tan bella estaba que todos quedaron maravillados.
Llenó una alforja con alimentos y saltó de Betulia, acompañada de una esclava, y se pasó al campo enemigo para entrevistarse con el general Holofernes. Ante la presencia de éste, ella habló y todos quedaron admirados de su belleza y sabiduría.
Holofernes dio un espléndido banquete en honor de Judit. El general le dijo: «Bebe y alégrate con nosotros.» Judit le contestó: «Beberé, señor, que yo tengo este día por el más grande de toda mi vida.» Holofernes bebió con tanto exceso que cayó sobre su lecho embriagado, todo él bañado en vino. Judit quedó sola en la tienda con él y despidió a su sierva para que esperase fuera. Judit elevó su corazón a Dios y dijo esta fervorosa oración: «Señor, Dios Todopoderoso, mira en esta hora la obra de mis manos para exaltación de Jerusalén, pues esta es la ocasión de acoger tu heredad y ejecutar mis proyectos para ruina de los enemigos que están sobre nosotros.» Descolgó un alfange que había en la tienda, se llegó con él donde estaba tendido el general le cogió la cabeza por los cabellos y dijo: «Fortaléceme, Dios de Israel en esta hora.» Y con toda su fuerza le hirió dos veces en el cuello, cortándole la cabeza. Envolvió el cuerpo sangrante con las ropas del lecho: salió en seguida de la tienda, entregando a la sierva la cabeza de Holofernes, que ésta echó en la alforja de las provisiones.
Ambas salieron juntas, atravesando el campamento enemigo y llegaron a las puertas de Betulia. Judit gritó a los centinelas de la ciudad:
«Abridnos las puertas, nuestro Dios está con nosotros para mostrar una vez más su fuerza en Israel y su poderío contra los enemigos, cuando hoy acaba de hacerlo.» Entró Judit en la ciudad acompañada de su sierva y todo el pueblo la rodeó con gran expectación. Ella, a la vista de todos exclamó: «Alabad a Dios, que no ha apartado su misericordia de la casa de Israel.» Sacó la cabeza del general y mostrándola al pueblo dijo: «Ahí tenéis la cabeza de Holofernes.» Todo el pueblo quedó estupefacto y doblando las rodillas adoraron al Señor.
Colgaron del muro la cabeza de Holofernes y todos los hombres de Israel tomaron las armas. En el campamento enemigo, al ver muerto a su general, todo fue confusión, huyendo a la desbandada el ejército asirio. En su huida, los asirios fueron exterminados por las huestes de Israel.
La oración de Judit habla sido escuchada por el Señor.
Explicación Doctrinal:
¿Qué es orar? Orar es hablar con Dios nuestro Padre, para adorarle, darle gracias y pedirle toda clase de bienes para el alma y para el cuerpo. A Dios hemos de pedirle primero su gracia para amarle y servirle siempre.
En el orden material, necesitamos muchas cosas, como salud, alimentos, casa, trabajo, etc. somos seres necesitados. Por eso, debemos acudir a Dios nuestro Padre y pedirle, por medio de la oración, todo aquello que necesitamos. Estemos seguros de que Dios Nuestro Señor siempre oye nuestras oraciones, las atiende y nos va a conceder lo mejor para nosotros, aquello que más nos convenga. El Señor, para animarnos a orar, nos dice: «Si permanecéis en Mi y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que quisiéreis y se os dará». (Juan, 15.)
Fue Jesucristo el que enseñó a los apóstoles a orar, recitándoles la oración más hermosa que han podido oír los hombres, el Padrenuestro. En esta oración invocamos a Dios como Padre nuestro, Padre lleno de amor, y nosotros sus hijos y, por tanto, todos hermanos.
La oración ha de ser humilde, confiada, perseverante. Vale mucho más una oración breve, pero bien hecha, que una oración larga pero mal rezada. Jesucristo nos lo dice claramente: «Y orando, no seáis habladores como los gentiles, que piensan ser escuchados por su mucho hablar. No os asemejéis, pues, a ellos, porque vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes que se las pidáis». (Mateo, 6.)
También hay una oración hermosísima y muy grata a Dios. Consiste en que todos los días ofrezcamos a Dios nuestras oraciones y trabajo, sufrimientos y alegrías. Todo esto, ofrecido al Señor y realizado con amor y rectitud cristiana, queda convertido en oración. Esta maravillosa oración subirá durante todo el día en alabanza y gloria de Dios, como sube el delicado perfume de la rosa y del nardo.
Norma de Conducta:
Acudiré a Dios en todas mis necesidades y El, que es nuestro Padre, me ayudará.