La postura corporal en la oración
Estamos hablando de posturas que ayudan, que buscan preparar y disponer una actitud del corazón.
Por: P. Evaristo Sada L.C. | Fuente: http://www.la-oracion.com/
Hay ciertos gestos que todos los seres humanos tenemos. Gestos que encontramos en todas las edades, en todas las culturas. Instintivos. Estás alegre y sonríes, o muy alegre y elevas los brazos al cielo, te ríes, "saltas de alegría". Estás asombrado y abres la boca o los ojos. Te asustas y te cubres la boca con las manos o te llevas las manos a la cabeza.
Está demostrado que ciertas posturas corporales modifican los niveles hormonales; esto incide sobre la fisiología y la psicología. Y este descubrimiento ha sido usado por psicólogos y pedagogos para ayudar a las personas a aumentar la seguridad personal, a serenarse, etc. Prueba a ponerte de pié con las manos sobre la cintura durante dos minutos: te sentirás más fuerte.
Prueba a alzar los brazos y la mirada: te sentirás triunfante. Siéntate, cruza los brazos, encoge los hombros y agacha la cabeza: te sentirás más débil.
La postura de la Santa Sede y de San Ignacio de Loyola
En la oración habrás adoptado posturas corporales que de inmediato adviertes que te ayudan a rezar mejor. El documento de la Congregación para la doctrina de la fe sobre la oración, entonces encabezada por el Card. Ratzinger dice: "La experiencia humana demuestra que la posición y la actitud del cuerpo no dejan de tener influencia sobre el recogimiento y la disposición del espíritu". (OF 26)
En el libro de ejercicios espirituales, número 76, San Ignacio escribe: "entrar en la contemplación, quándo de rodillas, quándo prostrado en tierra, quándo supino rostro arriba, quándo asentado, quándo en pie, andando siempre a buscar lo que quiero. En dos cosas advertiremos: la primera es, que si hallo lo que quiero de rodillas, no pasaré adelante, y si prostrado, asimismo, etc.; la segunda, en el punto en el qual hallare lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener ansia de pasar adelante, hasta que me satisfaga."
La frase clave de este párrafo de San Ignacio es: "andando siempre a buscar lo que quiero". Las posturas corporales tienen un valor relativo: he de usarlas en tanto cuanto me ayuden al recogimiento y se conformen y orienten a la finalidad de la oración cristiana. ¿Qué es lo que quiero en la oración? Estar con Dios y sólo con Dios, encontrarme con Él, alabarle, mostrarle afectos de gratitud, confianza, reparar por mis pecados...; aprender de Él, escucharle, pedirle ayuda... Para ello, puesto que es toda la persona la que ora, podemos ayudarnos del cuerpo y expresarnos con el cuerpo.
"Esta necesidad de asociar los sentidos a la oración interior responde a una exigencia de nuestra naturaleza humana. Somos cuerpo y espíritu, y experimentamos la necesidad de traducir exteriormente nuestros sentimientos. Es necesario rezar con todo nuestro ser para dar a nuestra súplica todo el poder posible." Catecismo 2702.
"Esta necesidad responde también a una exigencia divina. Dios busca adoradores en espíritu y en verdad, y, por consiguiente, la oración que brota viva desde las profundidades del alma. También reclama una expresión exterior que asocia el cuerpo a la oración interior, porque esta expresión corporal es signo del homenaje perfecto al que Dios tiene derecho." Catecismo 2703.
Advertencias sobre las posturas en la oración
Es importante que no construyamos la casa sobre arena sino sobre roca. Sobre la roca de la autenticidad, de la sinceridad en la búsqueda de Dios y no de nosotros mismos. Estamos hablando de posturas que ayudan, que buscan preparar y disponer una actitud del corazón. No de "poses" que sólo alimentan la vanidad. Una vanidad y un orgullo espirituales cuyo riesgo mayor no estaría en el deseo de ser vistos y bien considerados por los demás, sino en la sutil complacencia en la consideración de la propia vida espiritual, de la propia "bondad" en la que el alma poco humilde se recrea.
Existe también la sensualidad espiritual. Alguien podría fomentar entonces gestos que buscarían la satisfacción de la propia sensibilidad más que, de nuevo, la expresión profunda y cálida del amor a Dios.
Dicho esto, recordemos cuánto agradaron a Jesús los gestos de amor. Cómo permitió a Juan recostarse sobre su pecho, a María de Betania ungirle con perfume, a la pecadora lavarle los pies con sus lágrimas.En la Santa Misa tenemos la oportunidad de reproducir espiritual y comunitariamente aquellas mismas experiencias.
¿Cuál es la mejor postura en la oración?
En la oración personal no hay posturas establecidas, cada uno debe ver lo que más le ayude a buscar y obtener lo que quiere. Es importante que al hacer oración en lugares públicos seamos discretos en nuestras posturas para no distraer o incomodar a los demás. Las posturas corporales más comunes en la oración se han incorporado casi todas a la Liturgia de la Iglesia y son las siguientes:
- Sentado: Expresa una actitud de escucha. Siéntate y descansa la espalda en el respaldo, con una postura recta, alerta. Los pies juntos y bien apoyados en el suelo.
- De pie, con los talones juntos y las puntas un poco separadas para dar estabilidad. Esta postura manifiesta respeto y atención; es como decirle a Dios con la postura del cuerpo: "aquí estoy ante ti, presente; habla que tu siervo escucha".
- De rodillas, sobre el piso o en un reclinatorio, indicando humildad y adoración. O arrodillado-sentado sobre un banquillo que se pone encima de las pantorrillas o simplemente sentado sobre los talones un poco abiertos, con las manos descansando sobre el regazo.
- Postrado: Con todo el cuerpo boca abajo y la cabeza sobre las manos. O bien, con el cuerpo en forma de arco y la cabeza descansando sobre las manos colocadas en el suelo.
- Los brazos: Es la postura del orante que encontramos en las catacumbas de Santa Priscila, con los brazos abiertos, en forma de cáliz. Esta postura indica adoración, súplica, receptividad.
- Las manos: Pueden ponerse juntas tocando los labios. Cuando estás sentado, las manos pueden estar sobre los muslos o las rodillas, en reposo; o bien, volteadas hacia arriba, todavía apoyadas sobre las piernas, con el gesto del mendigo, con el gesto de abandono de quien todo necesita recibirlo, pero también a su vez todo lo ofrece, en radical disponibilidad, porque no se posee.
- Los ojos: Con una mirada que corresponda a la imagen que se está contemplando (compasiva si contemplas a Cristo crucificado, de ternura si miras a María con Jesús en sus brazos, de gratitud si contemplas la última cena, etc.) Ayuda mucho al recogimiento tener los ojos cerrados o semi cerrados si se tiene problema de sueño. También puedes mirar al cielo en algunos momentos.
Autor: P. Evaristo Sada, L.C.
Hay un sinfín de definiciones acerca de lo que es la oración
Pero aquí y a los efectos de lo que vamos a escribir, nos vamos a quedar con una amplia definición, que engloba la oración de carácter corporal, diciendo que la oración, es: “Todo aquella manifestación de nuestro ser, que podamos realizar a fin de relacionarnos con Dios”.
Dentro de esta definición cabe perfectamente lo que se denomina oración corporal. La oración corporal la creamos nosotros mismos con nuestras actitudes, gestos y posturas que adoptamos, bien cuando estamos en la iglesia o privadamente cuando rezamos, cuando queremos relacionarnos con el Señor, porque ellos son manifestaciones exteriores, muchas veces inconscientes, de lo que sentimos en nuestro interior.
Las actitudes de nuestro cuerpo, los gestos, la forma de sentarnos, la de arrodillarnos, todos los movimientos de nuestro cuerpo, son controlados por nuestra mente y puede ser que este control, lo realicemos sin que seamos muy conscientes de ello o bien siendo plenamente conscientes, pero en todo caso, todo esto da un testimonio de nuestra forma de ser y de lo que pensamos. Nosotros siempre estamos dando un testimonio expresivo de nuestra actitud, sea esta de respeto, de amor, o de menosprecio. Cualquier experto en marketing político, esos profesionales que les ayudan a ganar las elecciones a los políticos, sabe perfectamente lo importante que todo esto es.
Es muy importante, lo que expresamos con la postura de nuestro cuerpo y sobre todo con el movimiento de nuestras manos y los gestos de nuestra cara. Es triste que las elecciones las ganen muchas veces, no los mejor preparados y capacitados, sino los más adoctrinados por estos profesionales, que les enseñan a saber moverse en un plató, y presentarse atractivamente vestido y con un semblante agradable.
Sobre todo para ellos, esto muy importante para cautivar los juicios de ellas, y si son ellas las que se presentan, para cautivar la simpatía de ellos y también las de ellas que son más críticas. Algunas veces pienso en los ángeles, que nos mirarán sorprendidos, de ver la incomprensible conducta de los seres humanos, y el valor que le damos a lo que para ellos carece de valor.
Antiguamente no existían expertos en marketing, tampoco eran necesarios por que no había votaciones, todo el mundo aceptaba a su señor natural, ya que se tenía una clara idea, de que todo el poder emana de Dios y no emanaba de la voluntad de los hombres, expresada en unas votaciones que generalmente se falsean con engaños y falsa promesas que luego no se cumplen, con lo cual hemos llegado a la absurda situación de aceptar todo esto como natural y consustancial al sistema.
Los gobernantes de otras épocas pasadas, no eran ni mejores ni peores que los que ahora tenemos, pues todos son hombres con sus deseos y ambiciones, y cuando un gobernante era injusto, y son muchos los casos que se han dado en la historia, había que aceptarlo y cumplir con sus mandatos, como ahora nos ocurre, siempre y cuando que estos no pusieran en tela de juicio el amor a Dios.
Un claro ejemplo de esto, lo tenemos en los cristianos de los primeros cuatro siglos de la iglesia, que aún estando perseguidos y martirizados por el poder, respetaban a este y cumplían sus leyes. Hay que dar al Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, pues el poder del Cesar como todo poder que alguien tenga o pueda tener en este mundo, siempre emana de Dios. El Señor le dijo a Pilatos: “No tendrías ningún poder sobre mí, si no te hubiera sido dado de lo alto; por esto los que me han entregado a ti tienen mayor pecado”. (Jn 19,11).
Nuestras formas de expresión corporal, lo que constituye nuestra oración corporal, se ha degradado tremendamente, sobre todo a partir de las torcidas interpretaciones que se han realizado después del Vaticano II. Los fieles, quiero pensar que una veces por desconocimiento y otras por aquello que dice: “Donde va Vicente, a donde va la gente”, adoptan unas posturas y unas vestimentas, con las que en otras épocas, ni siquiera hubiesen podido entrar en la iglesia. Carecen de noción de lo que es verdaderamente importante y así en la misa, llegado el momento de la consagración y elevación del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor, se quedan desafiantemente de pié.
En uno de sus libros el cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, escribía: “Arrodillarse es la expresión corporal de nuestro sí a la presencia real de Jesucristo, que como Dios y hombre, en cuerpo y alma, con carne y sangre está presente en nosotros”.
Hoy en día, existen seglares que a pesar de encontrarse de pie en una fila para recibir la Eucaristía, no aceptan recibirla de pie y se arrodillan en ese especial e inmenso momento en el que el Señor entra en nosotros.
No se tiene noción del tributo de respeto y amor que hemos de rendir a Nuestro Señor. Recientemente he leído que el arzobispo de Bolonia, ha suprimido la comunión en la forma de entrega en la mano, dados los claros abusos que en su diócesis se han producido.
Las formas y nuestro comportamiento corporal en la iglesia, son parte de la liturgia. Jean Lafrance escribe: “La iglesia es el lugar espiritual en el que el poder de Dios, se experimenta constantemente en la oración, es el lugar donde el Espíritu se experimenta como poder, y esta sensibilidad espiritual de los fieles a la presencia y a la acción de Dios es provocada por el Espíritu”.
Es obligación, nuestra depurar en la iglesia nuestras formas corporales porque ellas forman parte de nuestra relación con Dios.
Orar es relacionarse con Dios y nosotros también oramos, cuando nos arrodillamos delante de un sagrario, con su luz roja encendida señal de que el Señor está ahí, esperándonos y sobre todo amándonos, que menos podemos hacer que arrodillarnos en señal de humildad, de respeto y de amor al que más nos ama.
Antiguamente, cuando en España se vivía una fe mucho más verdadera y recia, por parte de nuestros antepasados, había en las salidas de los pueblos un lugar llamado “Humilladero”, donde casi siempre había una gran cruz en piedra o en otro material o una imagen de la Virgen o de algún santo. Los labriegos que entraban y salían del pueblo para ir a sus faenas en los campos, siempre que pasaban por este lugar se humillaban arrodillándose, de aquí el nombre de “Humilladero”.
En una capilla con el Santísimo expuesto, vi a una vez a una joven monja carmelita descalza, que concluidas sus oraciones se levantó, se volvió a arrodillar, y cuando yo creía que ya se marchaba, con todo amor, se volvió al Santísimo expuesto y con una mano le lanzó un beso que previamente sus labios habían depositado en su mano. Me impresionó vivamente el gesto corporal de amor de aquella joven monja.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.