Canto y música
1156 "La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne" (SC112). La composición y el canto de salmos inspirados, con frecuencia acompañados de instrumentos musicales, estaban ya estrechamente ligados a las celebraciones litúrgicas de la Antigua Alianza. La Iglesia continúa y desarrolla esta tradición: "Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor" (Ef5,19; cf Col 3,16-17). "El que canta ora dos veces" (San Agustín, Enarratio in Psalmum72,1).
1157 El canto y la música cumplen su función de signos de una manera tanto más significativa cuanto "más estrechamente estén vinculadas a la acción litúrgica" (SC 112), según tres criterios principales: la belleza expresiva de la oración, la participación unánime de la asamblea en los momentos previstos y el carácter solemne de la celebración. Participan así de la finalidad de las palabras y de las acciones litúrgicas: la gloria de Dios y la santificación de los fieles (cf SC 112):
«¡Cuánto lloré al oír vuestros himnos y cánticos, fuertemente conmovido por las voces de vuestra Iglesia, que suavemente cantaba! Entraban aquellas voces en mis oídos, y vuestra verdad se derretía en mi corazón, y con esto se inflamaba el afecto de piedad, y corrían las lágrimas, y me iba bien con ellas (San Agustín, Confessiones 9, 6, 14).
1158 La armonía de los signos (canto, música, palabras y acciones) es tanto más expresiva y fecunda cuanto más se expresa en la riqueza cultural propia del pueblo de Dios que celebra (cf SC 119). Por eso "foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas", conforme a las normas de la Iglesia "resuenen las voces de los fieles" (SC 118). Pero "los textos destinados al canto sagrado deben estar de acuerdo con la doctrina católica; más aún, deben tomase principalmente de la Sagrada Escritura y de las fuentes litúrgicas" (SC 121).
El canto y la música en la Liturgia
Por: Arturo Reyes | Fuente: Catholic.net
“La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la Liturgia solemne… La Música Sacra, Por consiguiente, será tanto más santa cuanto más íntimamente se halle unida a la acción litúrgica…Además, la Iglesia aprueba y admite en el culto divino todas las formas de arte auténtico, siempre que estén adornadas con las debidas cualidades.” (SC 112)
“La acción litúrgica reviste una forma más noble cuando los oficios divinos se celebran solemnemente con canto y cuando en ellos intervienen los ministros sagrados y el pueblo también participa activamente.” (SC 113)
GENERALIDADES
La Celebración (vista como la liturgia en cuanto acción) es una categoría fundamental para definir a la Liturgia como acción representativa y actualizadora del Misterio de Cristo y de la historia de la salvación. Esta acción litúrgica (celebración de la fe) tiene cuatro componentes: el acontecimiento que motiva la celebración (evocado por la Palabra de Dios), la asamblea celebrante (la Iglesia como sujeto de la acción), la acción ritual (respuesta a la palabra de Dios a través del canto y la oración: Plegaria Eucarística) y el clima festivo (lugar, tiempo, signos y símbolos) que lo llena todo.
En este tema estudiaremos el primer modo de respuesta a la Palabra de Dios, el canto. Junto al canto es preciso tratar de la música, que no sólo lo acompaña, sino que tiene, ella sola, una función en la celebración.
EL CANTO EN LA BIBLIA Y EN LA LITURGIA
El canto es una realidad religiosa en toda la Biblia y, particularmente en todo los Evangelios. El propio Señor acudía a la sinagoga según su costumbre (cf. Lc 4, 16) y allí tomaba parte en el canto de los salmos. En la Última Cena cantó los himnos del rito pascual (cf. Mt 26, 30).
Veamos brevemente como se manifiesta el canto en la Biblia y a través de testimonios en la Historia.
Espiritualidad bíblica
El canto en la Biblia está precedido por el reconocimiento de la presencia de Dios en sus obras de la creación y en sus intervenciones salvíficas en la historia. El ejemplo más acabado son los salmos, que abarcan todas las formas de expresión sonora, desde el grito y la exclamación gozosa hasta el cántico acompañado de la música y la danza (cf. Sal 47,2.7; 81,2; 98,4.6, etc.). La invitación al canto es frecuente al comienzo de la alabanza (cf. Ex 15,21; Is 42,10; Sal 105,1), adquiriendo poco a poco connotaciones mesiánicas y escatológicas, al aludir al cántico nuevo que toda la tierra debe entonar (cf. Sal 96,1) cuando se cumplan las magníficas promesas del Señor (cf. Sal 42,10; 149,1). Este cántico se ha iniciado en la victoria de Cristo sobre la muerte, siendo cantado por todos los redimidos (cf. Ap 4,9-14; 14,2-3, 15,3-4).
La Iglesia primitiva continuó la práctica sinagogal del canto de los salmos y de otros himnos: «Llenaos más bien del Espíritu y recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad (celebrad) en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.» (Ef. 5,18b-20; cf. Col. 3,16); «Sufre alguno entre vosotros? Que ore. Está alguno alegre? Que cante salmos.» (St 5,13). En Corinto cada uno llevaba su salmo a la reunión, de forma que San Pablo advierte que «se hagan para edificación de todos».
Testimonio de la historia
A comienzos del siglo II los cristianos se reunían antes del amanecer “para cantar un himno a Cristo, como a un dios” (cf. Plinio, El joven, Ep. X, 96,7). En la época patrística los testimonios sobre el canto litúrgico se multiplican. He aquí un ejemplo significativo: «Cuando siento que aquellos textos sagrados, cantados así, constituyen un estímulo más fervoroso y ardiente de piedra para nuestro espíritu que si no se cantaran. Todos los sentimientos de nuestro espíritu, en su variada gama de matices, hallan en la voz y en el canto de sus propias correspondencias o modos. Excitan estos sentimientos con una afinidad que voy calificar de misteriosa» (cf. S. Agustín, Confes. X, 33,49).
Sin embargo No todos los Santos Padres fueron unos entusiastas del canto en la liturgia. Algunos como San Juan Crisóstomo, fueron muy críticos, por entender que la música era un factor de dispersión y un halago de los sentidos. En la Edad Media Santo Tomás se muestra un tanto cohibido al defender el canto litúrgico (cf. S Th II-II, q. 91, a.2). Estas actitudes manifiestan que en la Iglesia siempre ha existido una preocupación muy grande por el carácter auténticamente religioso y litúrgico del canto y de la música en el interior de las celebraciones.
Los últimos y mas notables ejemplos son el motu propio Tra le Sollecitudini de San Pío X (22-XII-1903), la encíclica Musicae Sacrae disciplina de Pío XII (25-XII-1955), la instrucción sobre la Música Sagrada de la Sagrada Congregación: (3-IX-1958) y la Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II (4-XIl-1963), que dedica el capítulo VI a la música. Este documento significa la culminación de todo un movimiento de restauración del canto gregoriano y de renovación del canto popular religioso.
Después del Vaticano II se produjo el fenómeno de la proliferación de una música muy difícil de enjuiciar todavía desde el punto de vista de los criterios litúrgicos y pastorales del canto y de la renovación en la liturgia. Entre los documentos postconciliares dedicados a la renovación de la liturgia hay que citar la Instrucción Músicam Sacram del 5-III-1967, siendo muy numerosos los que se han ocupado del canto y de la música de una manera puntual.
LOS VALORES DEL CANTO DE LA LITURGIA
Aunque casi nunca surge la pregunta ¿por qué cantamos en nuestra celebraciones?, es bueno dar razones sobre esta actitud.
El canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores. Expresa las ideas y los sentimientos, las actitudes y los deseos. Es un lenguaje universal con un poder expresivo que muchas veces llega a donde no llega la sola palabra. En la liturgia el canto tiene un función clara: expresa nuestra postura ante Dios (alabanza, petición) y nuestra sintonía con la comunidad y con el misterio que celebramos.
El canto hace comunidad. El canto pone de manifiesto de un modo pleno y perfecto la índole comunitaria del culto cristiano. Cantar en común une. Nuestra fe no es sólo asunto personal nuestro: somos comunidad, y el canto es uno de los mejores signos del sentir común.
El canto hace fiesta. El valor del canto es el de crear un clima más festivo y solemne, ya sea expresado con mayor delicadeza la oración o fomentando la unidad. “Nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas, exprese su fe y su piedad por el canto” (MS 16).
La función ministerial del canto. La razón de ser de la música en la celebración cristiana le viene de la celebración misma y de la comunidad celebrante. La música y el canto tienen dos puntos de referencias: el ritmo litúrgico y la comunidad celebrante. El canto sirve “ministerialmente” al rito celebrado por la comunidad.
El canto, sacramento. Dentro de la celebración, el canto y la música se convierten en un signo eficaz, en un sacramento del acontecimiento interior. Dios habla y la comunidad responde con fe y con actitudes de alabanza; se encuentran en comunión interior. El canto es un verdadero “sacramento”, que no sólo expresa los sentimientos íntimos, sino que los realiza y los hace acontecimiento.
FUNCION MINISTERIAL DEL CORO
El coro es ministerialmente un elemento importante para la participación litúrgica en general y para el canto del pueblo en concreto. Todo depende de que se plantee bien su función. No se trata de un coro que suplica o suplante el canto del pueblo asumiendo en solitario las funciones que corresponde a la asamblea. Pero sí de un coro que enriquezca el canto del pueblo que, creando espacios de descanso, fomente la contemplación del ministerio, que ayude a dar un color más propio a cada una de las celebraciones y que finalmente anime el canto de toda la asamblea. Entonces, ¿cuáles serán las facetas del coro?.
Enriquecer el canto del pueblo (con facilidad).
Crear espacios de descanso que fomenten la contemplación.
(el silencio es la llave para la escucha de la voz del Señor).
Dar un colorido más propio a cada una de las celebraciones del año litúrgico.
Animar el canto de la asamblea.
EL SALMISTA Y SU MINISTERIO EN LA LITURGIA
Quién es el salmista
El salmista había sido un personaje entrañable en los primeros siglos. Se apreciaba su arte musical, hecho de técnica y de fe. Cantilando las estrofas del salmo, para que la comunidad intercalara a cada una su respuesta cantaba, creaba un clima de serena profundización. El Papa San Dámaso habla del “placidum modulamen” del salmista en sus misas; una modulación plácida que infundió serenidad y contribuían a que fueran penetrando los sentimientos del salmo en los espíritus de los fieles.
Hoy se quiere recuperar este ministerio.
El salmista es guía y maestro de oración poética y cantada.
Un buen salmista canta desde dentro (desde la fe).
“…Al salmista corresponde proclamar el salmo u otro canto bíblico interleccional. Para cumplir bien con este oficio, es preciso que el salmista posea el arte de salmodiar y tenga dotes para emitir bien y pronunciar, con claridad…” (I.G.M.R. 67). En esta cita observamos que el ministerio de salmista es un muy especial y requiere preparación.
Podemos afirmar que el salmista es uno de los ministerios más ricos, pues es desde la liturgia donde Cristo se hace presente como cabeza de su Cuerpo, Mediador entre Dios y los hombres, y con nosotros canta las alabanzas a “nuestro” Padre.
OFICINA PARA LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS
DEL SUMO PONTÍFICE
¿Cómo celebrar?/2: Canto y Música (CEC 1156-1158)
Desde tiempo inmemorial, el canto y la música bella han proporcionado una conexión con las alturas y las profundidades de la emoción humana. No obstante estos sean formativos en la liturgia, su propósito más elevado es el de dar gloria a Dios en el culto que, inevitablemente, eclipsa su noble pero limitado destino de satisfacer el deseo primario de una puesta en escena brillante. Dado que sobre todo está orientada hacia Dios, "la tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne"(Catecismo de la Iglesia Católica [CEC] 1156 y Sacrosanctum Concilium [SC] 112).
Según la tradición de la Antigua Alianza, no sólo los salmos y los himnos son fundamentales en la liturgia judía y cristiana, sino también la diversidad musical y los registros simbólicos de los varios instrumentos musicales (CEC 1156). Desde una perspectiva moderna, es difícil establecer cuáles son todos los instrumentos, sin embargo un sentido de su sinfonía puede ser asimilado gracias a nuestro aprecio por la versatilidad de un órgano de tubos que anuncia, tan hábilmente, las atmósferas distintivas del año litúrgico. No debemos perder de vista el llamado de SC 120 sobre el aprecio en particular que debe recibir el órgano de tubos, aún cuando otros instrumentos están permitidos en la liturgia, sobre la base de que sean apropiados para el uso sagrado.
Las distintas atmósferas expresadas por los diferentes géneros de los instrumentos musicales en la liturgia del Antiguo Testamento, son indicadas según su rango. Entre los instrumentos de cuerda, fueron la lira y la cítara o kinnōr los que se oyeron en el templo durante las fiestas, así como en los banquetes, tal como se indica en 1 Crónicas 15,16 y en Isaías 5,12. Más aún, era el mismo instrumento utilizado por David para confortar a Saúl como se indica en 1 Samuel 16, 23. El nebel o arpa que se tocaba con frecuencia junto con la lira, como se sugiere en el Salmo 108 (107). El nebel de diez cuerdas que se encuentran en el Salmo 144 (143) puede ser comparable a una cítara y muy diferente a un laúd. Entre los instrumentos de viento estaban la trompeta en Números 10, que se utilizaba para fiestas y otras ceremonias importantes; la flauta, que figura en el grupo de instrumentos en Daniel 3,5 y el halīl o tubo de caña que se utilizó para simbolizar el dolor en Jeremías 48,36 y para proclamar la alegría en 1 Reyes 1,40. No estuvieron menos presentes los instrumentos de percusión como los platillos del Salmo 150 y los cascabeles en las vestiduras de Aarón en Éxodo 28,33-35.
Los tesoros de la liturgia infunden vida cuando son celebrados, y dignifican el canto y la música del culto. El acto mismo del intercambio entre nosotros y Dios actualiza el lugar donde habita Dios y en el que los seres humanos son tocados por la vida misma de Dios. Esta morada de Dios se encuentra en la liturgia.
La liturgia no es un mero símbolo del misterio divino, o un mero símbolo de la verdad de la revelación católica. Se hace presente ante nosotros en y a través de la celebración litúrgica. Estos componentes esenciales de la liturgia nos demuestran que nuestras celebraciones no pueden ser limitadas a lo que sentimos o a un imperativo emocional para sentirnos bien por lo que celebramos y cómo lo celebramos; no importa lo importantes que sean estos aspectos en el modo en el que dirigimos un mensaje a Dios. La liturgia debe comunicar el significado de la Iglesia y, al mismo tiempo, su significado entre los participantes que, a su vez, son alimentados por el Espíritu y por la Verdad.
La fidelidad a lo que parece una relación distante, en la liturgia será una percepción temporal si las personas se adaptan a la lengua sagrada de la Misa. No se debe subestimar a la gente implicada que debe reconocerla y, con el tiempo, crecerá el amor por los textos a medida que se conozcan cada vez más. Son tres los criterios que se deben tener presentes para el canto y la música, a fin de desarrollar su potencial: "la belleza expresiva de la oración, la participación unánime de la asamblea en los momentos previstos y el carácter solemne de la celebración” (CEC 1157).
La liturgia delinea y crea relaciones. Las relaciones necesitan perseverar y dentro de ellas puede haber equívocos. La liturgia es el lugar de encuentro donde Dios muestra la profundidad de la alianza de su amor, por lo que "los hombres caídos pueden levantarse sobre las alas de la oración" (Stanbrook Abbey Hymnal, "Lord God, your light which dims the stars", vers. 2, año 1974). En la liturgia Dios se encuentra con el anthropos (hombre) en una tierra santa. Por eso, "foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas", conforme a las normas de la Iglesia "resuenen las voces de los fieles" (SC 118, CEC 1158).
Por lo tanto, nuestro servicio a la liturgia en la celebración litúrgica no tiene previsto añadir nuestros gustos personales y nuestras opciones particulares, por delante de lo que la Iglesia ha transmitido hasta nosotros. La auténtica participación litúrgica celebrará verdades q2ue trascienden el tiempo y el espacio, ya que "el Espíritu Santo guía a los fieles cristianos hacia la verdad completa y hace que la palabra de Cristo habite en abundancia en su interior, y la Iglesia perpetúa y transmite todo lo que es ella misma y todo lo que cree, aún cuando ofrece las oraciones de todos los fieles a Dios, por medio de Cristo y con el poder del Espíritu Santo" (SC 33; Liturgiam authenticam 19).
El ministerio de la música y el canto
Web: Poesía religiosa y mística cristiana
“En efecto, el canto sagrado ha sido ensalzado tanto por la Sagrada Escritura, como por los Santos Padres, los Romanos Pontífices, los cuales, en los últimos tiempos, empezando por San Pío X, han expuesto con mayor precisión la función ministerial de la música sacra en el servicio divino”.(SC 112)
La animación de la oración
Según la teología paulina, el encuentro comunitario de oración es el contexto ideal en el que desembocan, crecen y maduran los carismas para la edificación común. Es el lugar en el que Dios habla a su pueblo para guiarlo, exhortarlo, consolarlo, sanarlo y amonestarlo.
Para que se desarrolle satisfactoriamente es importante el ministerio de animación en su doble acepción: “animación vocal” y “animación musical”.
Los animadores no son especialistas de la oración que sustituyen a los participantes, su rol de guía profética está fundado en el carisma de la animación que indica, en el discernimiento sapiencial, las experiencias que el Espíritu sugiere mediante las mociones proféticas que suscita en los orantes.
La comunidad orante mira la liturgia del cielo como la relata el visionario del Apocalipsis:
“8 Cuando lo tomó, los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos.
9 Y cantan un cántico nuevo diciendo: «Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos porque fuiste degollado y compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación”(Ap5,8-9)
El fundamento bíblico del ministerio está en los criterios enunciados por el apóstol Pablo en 1Cor 12,14 con respecto al uso de los carismas (particularmente la profecía) que intervienen en un grupo de oración. Junto a esto se encuentra la visión de la “Tienda de David” en 1Cr 22-28 que nos habla del servicio incesante de animación, de alabanza y adoración que se ofrece al Señor en el Templo por medio de la música y el canto inspirados; y la visión de la liturgia celestial, como la describe el Apocalipsis en la Jerusalén Celestial.
El modelo de la asamblea de oración es el que encontramos en las cartas de san Pablo: 1Cor 12-14; Rm 12, Ef 4.
Canto y música inspirados
Cuando el canto es canto inspirado es, al mismo tiempo, oración y profecía. Del mismo modo que una oración conmueve el corazón del que la escucha y tiene en sí misma la potencia de una revelación profética, del mismo modo el canto inspirado, es una manifestación en la que resulta evidente la acción del Espíritu Santo.
Revistiéndose de canto, la profecía se vuelve una “palabra cantada”, en un contexto de alabanza, de adoración, de contemplación del Señorío de Dios. El canto puede ser de gran ayuda para interiorizar la Palabra de Dios. La Palabra cantada abre el corazón a la voluntad de Dios, amada y profesada.
El canto inspirado, el canto profético, “toca y mueve el corazón” a la contemplación o determina un incremento en la fe. Un canto inspirado tiene el poder de liberar, de sanar, de consolar, provocando en la asamblea un efecto evidente de pacificación.
La elección y el uso de los cantos en el transcurso de una oración comunitaria carismática es algo bien distinto que llenar un intervalo entre las oraciones que se realizan o que llena los silencios incómodos o vacíos.
La finalidad del canto no es solamente dar solemnidad, elevar los corazones, o ayudar a llevar adelante el encuentro de oración: es sobretodo un tiempo reservado para Dios, un tiempo en el que Dios queda en el primer plano y no los hombres con sus habilidades musicales.
Esto nos compromete a dialogar, a ponerse de acuerdo con los hermanos encargados del ministerio de animación de la oración para que la actividad sea única, única la unción que se manifiesta, único el lenguaje que utiliza el Espíritu. Finalmente es importantísima la participación de toda la asamblea en el canto.
Decía el Papa Pablo VI: “Si el pueblo de Dios no canta, pierde la fe; si pierde la fe, deja la Iglesia”. El canto es importante para todos los fieles que necesitan ser instruidos para que no cante solamente un pequeño grupo, sino toda la asamblea. El canto de una asamblea es una oración solemne y conmovedora al mismo tiempo.
En lo que respecta a la relación entre el canto y la acción litúrgica (en particular la Celebración Eucarística) es suficiente recordar lo que está indicado en la Constitución Sacrosantum Concilium para la cual la presencia del canto y de la música en la liturgia tienen las siguientes motivaciones fundamentales:
v Dar mayor gusto a la oración
v Favorecer la unanimidad
v Hacer más solemnes los ritos
Señala el Concilio:
“Dignidad de la música sagrada: 112. La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la Liturgia solemne.
La música sacra, por consiguiente, será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad, ya sea enriqueciendo la mayor solemnidad los ritos sagrados. Además, la Iglesia aprueba y admite en el culto divino todas las formas de arte auténtico que estén adornadas de las debidas cualidades.
Por tanto, el sacrosanto Concilio, manteniendo las normas y preceptos de la tradición y disciplinas eclesiásticas y atendiendo a la finalidad de la música sacra, que es gloria de Dios y la santificación de los fieles, establece lo siguiente:
Primacía de la Liturgia solemne: 113. La acción litúrgica reviste una forma más noble cuando los oficios divinos se celebran solemnemente con canto y en ellos intervienen ministros sagrados y el pueblo participa activamente...
Participación activa de los fieles: 114. ...Los Obispos y demás pastores de almas procuren cuidadosamente que en cualquier acción sagrada con canto, toda la comunidad de los fieles pueda aportar la participación activa que le corresponde, ...
Formación musical: Dése también una genuina educación litúrgica a los compositores y cantores, en particular a los niños.
Canto religioso popular: 118. Foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas, de acuerdo con las normas y prescripciones de las rúbricas, resuenen las voces de los fieles.”
Líneas fundamentales para el ministerio del canto
El ministerio del canto es una expresión de la oración comunitaria carismática que requiere una disposición particular de atención, escucha y docilidad al Espíritu.
Entre los ministerios de canto, de Animación de la oración y de Liturgia, debe haber necesariamente una comunión espiritual particular y una sintonía ministerial que se desprende de la compenetración que tienen en el servicio que prestan en la oración comunitaria.
Es bueno e importante que esta comunión crezca y se promueva.
Durante el desarrollo de las acciones litúrgicas que involucren la celebración Eucarística, la Liturgia penitencial, la Adoración, etc. El ministerio del canto y el ministerio de la liturgia deben seguir las indicaciones del sacerdote que preside las celebraciones coordinando debidamente entre ellos.
Dado que la manifestación carismática del canto favorece la participación y la oración de toda la asamblea, el ministerio debe actuar de modo que los cantos puedan ser cantados normalmente por todos los hermanos presentes.
El coordinador del ministerio debería facilitar la participación de otros hermanos de la asamblea que, aunque no pertenezcan al ministerio, pueden ser invitados, ocasionalmente a sostener de cerca el ministerio del canto.
Esta apertura a la presencia posible de dones carismáticos de otros hermanos es necesaria para un discernimiento, en este sentido, por parte del coordinador y de los responsables del grupo.
Es necesario que el ministerio no se proponga vivir “tiempos de animación” sino un único tiempo , en el que se acompañan las mociones del Espíritu ayudando a la asamblea a elevar al cielo oraciones espontáneas. Estas brotan de la libertad del corazón que ama pero deben ser sobre todo inspiradas, o sea, iluminadas por lo que Dios desea y no por las aspiraciones o sentimientos humanos que frecuentemente impiden escuchar a Dios.
La escucha sigue siendo el momento de mayor intensidad comunitaria y la condición fundamental para que los animadores puedan ejercer el discernimiento sapiencial necesario para guiar la asamblea.
Finalmente, para el crecimiento del ministerio, pueden ser de gran ayuda, además de las reuniones para orar y ensayar, los encuentros periódicos con otros ministerios que permitan intercambiar experiencias y crecer en el servicio pastoral.
¿Cómo usar la música y el canto en la oración?
Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com
Canto mal, pero mientras estoy con Cristo Eucaristía con frecuencia brota una melodía del interior. Entre los cantos que tarareo desde dentro están: "¿Cómo te pagaré, oh Señor, todo el bien que me has hecho?", "Sé que soy nada y del polvo nací, pero tú me amas y has muerto por mí....", "Cerca de ti, Señor, yo quiero estar."
Todo movimiento del alma encuentra un matiz diverso en el canto
En nuestras comunidades en Roma tenemos coros que ayudan a vivir mejor la misa. He leído tantas veces textos de la Sagrada Escritura sin que me hayan interpelado. De pronto escucho el mismo texto cantado por un buen coro y me encuentro sin esperarlo gustando de la presencia de Dios.
El canto es uno de los lenguajes más expresivos, comunica nuestros sentimientos y experiencias interiores mejor que muchas palabras. La melodía da a la palabra una carga afectiva riquísima. Los Salmos fueron escritos para ser cantados. San Agustín afirmaba: "yo siento que estas palabras santas sumergen mi espíritu en una devoción más cálida cuando las canto que cuando no las canto, porque todo movimiento del alma encuentra un matiz diverso en el canto o en la simple voz..." (Confesiones, 10,33).
Si has visto la película "De dioses y de hombres" sobre los mártires de Nuestra Señora del Atlas recordarás el momento en que la comunidad se encuentra en oración y de pronto se escucha un helicóptero militar que se acerca amenazando posarse sobre el monasterio con la intención de intimidarles. Bajo el ruido poderoso del helicóptero, los monjes de la comunidad se ponen de pie, se abrazan y con más fuerza aún se ponen a cantar delante de Cristo Eucaristía:
Oh, Padre de Luz, Luz eterna y fuente de toda luz. Tú nos iluminas en el umbral de la noche con el resplandor de tu rostro. Las sombras para Ti no son sombras. Para Ti la noche es clara como el día. Permite que nuestras oraciones se eleven a Ti como incienso y nuestras manos como el amanecer que se ofrece.
Como decía Mons. Frisina en la entrevista publicada el 22 de abril de 2012 por Zenit, "la música es una gran herramienta, ya que comunica lo que las palabras no pueden decir ni expresar. Esta toca al alma en el punto donde se une al inconsciente, a los recuerdos, al pensamiento, incluso a lo más oculto que llevamos dentro, y que las notas musicales pueden hacer aflorar. En la música también hay una estructura, una armonía, que ayudan a la comprensión de una idea. Esto se da especialmente en los grandes autores como Bach o Palestrina, en cuyas obras hay un orden maravilloso, voces que se siguen, se entrelazan, permaneciendo distintas sin embargo, en una armonía superior que las une. Por lo tanto, es un placer espiritual extraordinario que revela también la armonía de un concepto..."
Vibrar en armonía
Por ello, la liturgia de la Iglesia promueve la música sagrada como una forma de oración y un medio que contribuye a evocar el misterio que se celebra. De forma intuitiva te ayuda a entrar en contacto con Dios y descubrirte en su presencia.
Con el canto, "la oración adopta una expresión más penetrante, el misterio de la liturgia se manifiesta más claramente" (MS 5). Pero "no ha de ser considerado en la Liturgia de las Horas como cierto ornato que se añade a la oración como algo extrínseco, sino más bien como algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios..."(IGLH 270).
Tal vez quienes más la aprovechan son los mismos músicos: "El músico es el que está allí para escuchar y encontrar la inspiración de las cosas, de las personas, de los acontecimientos, de los textos bellísimos, de la palabra de Dios especialmente, en un mundo hecho de emociones e intuiciones." (Mons. Frisina)
Pero no sólo los músicos oran con su música, ni sólo sirve la música para orar en la oración litúrgica, sino que cualquiera de nosotros podemos orar cantando (de manera sonora o silenciosa) en la oración personal. El canto sirve para hablar a Dios y para gustar la palabra de Dios y las verdades de nuestra fe, sirve para poner palabras y expresar con afectos nuestra experiencia espiritual.
En palabras de San Atanasio: "Por eso el Señor, deseando que la melodía de las palabras fuera el símbolo de la armonía espiritual en el alma, ha hecho cantar los Salmos melodiosa, modulada y musicalmente. Precisamente este es el anhelo del alma, vibrar en armonía, como está escrito: alguno de ustedes es feliz, ¡que cante! (St 5,13). Así, salmodiando, se aplaca lo que en ella haya de confuso, áspero o desordenado y el canto cura hasta la tristeza: ¿por qué estás triste alma mía, por qué te me turbas? (Sal 41, 6.12 y 42,5); reconocer su error confesando: casi resbalaron mis pisadas (Sal 72,2); y en el temor fortalecer la esperanza: el Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? (Sal 117,6)"
Los salmos nos enseñan a convertir lo cotidiano en oración.
El salmista canta cuando está feliz, canta cuando está triste, canta cuando teme, canta cuando cae, canta en la angustia, canta por la mañana y por la noche, todo lo canta.... y nos lleva de la mano para que también nosotros aprendamos a hacerlo. Y es que hay sentimientos que no encontramos palabras para expresar.
San Agustín aconseja:
"No te preocupes por las palabras, como si éstas fuesen capaces de expresar lo que deleita a Dios. Canta con júbilo. Éste es el canto que agrada a Dios, el que se hace con júbilo. ¿Qué quiere decir cantar con júbilo? Darse cuenta de que no podemos expresar con palabras lo que siente el corazón. En efecto, los que cantan, ya sea en la siega, ya en la vendimia o en algún otro trabajo intensivo, empiezan a cantar con palabras que manifiestan su alegría, pero luego es tan grande la alegría que los invade que, al no poder expresarla con palabras, prescinden de ellas y acaban en un simple sonido de júbilo.
El júbilo es un sonido que indica la incapacidad de expresar lo que siente el corazón. Y este modo de cantar es el más adecuado cuando se trata del Dios inefable. Porque, si es inefable, no puede ser traducido en palabras. Y, si no puedes traducirlo en palabras y, por otra parte, no te es licito callar, lo único que puedes hacer es cantar con júbilo. De este modo, el corazón se alegra sin palabras y la inmensidad del gozo no se ve limitada por unos vocablos. Cantadle con maestría y con júbilo."
En la práctica, ¿cómo usar el canto en la oración?
En lugar de tomar un texto del evangelio o de un autor espiritual como punto de partida para la meditación, se puede tomar un canto y gustarlo en la presencia de Dios, haciendo propios los afectos que busca comunicar. O, por el camino inverso, puedes tomar conciencia de los afectos que llenan tu ánimo y tu corazón y recordar un canto adecuado con el que elevarlo al Señor. Si te familiarizas con los salmos, verás que cada vez con más facilidad, el Espíritu Santo pondrá en tus labios el salmo adecuado para cada ocasión.
Recuerdo que cuando el Papa Juan Pablo II comentaba el Salmo 42 el 16 de enero de 2002 ("Como la cierva busca corrientes de agua, así mi alma te busca a ti Dios mío") reconocía que convendría meditarlo con el fondo musical del canto gregoriano o de la gran composición polifónica Sicut cervus de Pierluigi de Palestrina.
Cuando tengo oportunidad de acompañar a otros en su meditación durante los talleres de oración, a veces nos ayudamos de un canto para favorecer los afectos o la escucha en la oración. Por ejemplo el que estás escuchando mientras lees este artículo.
Más allá de la melodía musical resuena la melodía profunda del corazón:
"Cada cosa o persona tiene una música, porque Dios le dio a cada criatura su propio sonido. El hombre, que es imagen y semejanza de Dios, tiene una percepción de esta música del universo, como dice el salmo 18: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, no hay una palabra de la que no se oiga el sonido". (Mons.Frisina)
Y esa es la que Dios espera que cantemos lo mejor posible hasta unirnos a los coros de los ángeles en la vida eterna.