EL NIÑO JESÚS DE BELÉN



Con estas líneas queremos satisfacer la curiosidad de tantos peregrinos que frecuentemente preguntan por la historia de la estatua del Niño Jesús que se venera en Belén y al mismo tiempo damos satisfacción a la nuestra, ya que desde hace algunos años llevamos siguiendo la pista a las posibles noticias que nos llevaran con certeza hasta su origen.

Ayudado por el heredero de la "Casa Viuda de Reixach", señor Jordi Crisolia, a quien se lo agradecemos cordialmente desde estas líneas, hemos podido dar con los siguientes datos sacados de la correspondencia y facturas.

¿Quién hizo el encargo?
Con mucho tiempo y paciencia hemos visto que el 31 de octubre de 1920, el M.R.P. Gabino Montoro, Procurador General de Tierra Santa, de la Provincia de Granada, hizo una visita personal a la "Casa Viuda de Reixach", haciendo el pedido n. 3307, con los siguientes encargos: Niño Jesús de cuna para la Gruta de Belén de 50 cms. La cuna debe tener 60 cms de largo por 27 de ancho. Niño para el día de Epifanía, sentado, de 46 cms. S. Juan Niño, de 50 cms, modelo igual que el construido por Duch, pero de barro cocido y pintado. Es para un lugar húmedo. En la peana debe tener grabado el escudo de España y la inscripción: "Costeado por bienhechores españoles para el Desierto de S. Juan".

Hace las siguientes observaciones: "Los dos primeros Niños, cuanto antes. En la caja debe ponerse la dirección de Jaffa y las palabras de tránsito, para que en Port Said no la detengan. Deben distinguirse por su finura y hay que señalar que son para el P. Custodio".

El 8 de noviembre de 1920, estando el P. Gabino en su pueblo, Mora de Toledo, al parecer recuperándose de su salud, recibió una carta de dicha Casa en la que decía: "Ocupados en adelantar el grato pedido de imágenes que se dignó Vd. efectuar en estos talleres y en la imposibilidad de poder construir, por la premura de tiempo, como sería mi deseo, la imagen del Niño Jesús sentado para el día de Epifanía, así mismo que la cuna que desea para el Niño Jesús de la Gruta, he tenido el gusto de conversar esta mañana con el buen Padre Ignacio Jordá sobre el particular, habiendo convenido en escribirle para comunicarle que tengo en existencia una preciosa imagen grupo con un angelito, según fotografía, que le incluyo, cuyo modelo es, por demás, precioso. También, con respecto a la cuna, va otra fotografía, para que pueda apreciar la forma, que no es otra que similar a una góndola, con uno o dos ángeles decorativos en la parte superior, siendo toda dorada en clase fina y resulta de mucho efecto. Por lo tanto yo espero de su amabilidad se servirá a vuelta de correo notificarme sus impresiones sobre el particular, pues como es probable que a fines de mes saldrá un vapor para Port Said, es conveniente saber con tiempo, para irlo preparando todo, si bien, en caso de no ser de su conformidad los modelos anteriores, no sería posible la construcción de otros para la fecha que se desea, ni aunque fuesen más sencillos, pues solamente la cuna podría suplirse con otra de juncos, si es que le parece a Vd. conveniente, yendo entonces la imagen envuelta entre pajas, ausente de todo lujo".

El Padre Gabino no estuvo conforme en esto último y esperó a que se realizase conforme él había indicado.
Hemos de tener en cuenta que hasta llevarse a cabo la actual estatua del famoso Niño de Belén, ha habido las siguientes etapas: Niño de cuna con camisa. Niño bendición (bendiciendo con la mano derecha). Niño con las manos cruzadas. Niños admiración (con las dos manos abiertas) y Niños con las manos juntas, que es el actual de Belén. Desde luego la cara es la misma en todos ellos, cambiando sólo la expresión de las manos.

Por las dificultades anotadas, el envío no se hizo hasta el 25 de febrero de 1921, correspondiente a la factura n. 2902 y el envío n. 3592/94. En la factura es donde aparece por primera vez un Niño Jesús de cuna de 50 cms "manos juntas" R.O.G., con su correspondiente cuna de escultura dorada en fino, colchoncito, etc. Clase extra (sic). Su coste fue de 700 pesetas, todo junto.
El envío del Niño de Epifanía consta en la factura n. 2943, del 30 de junio de 1921 (Niño Jesús con silla trono, de 50 cms. Clase extra). También costó 700 pesetas. Con él venía el S. Juan Niño, de 50 cms, terracota decorada, impermeable, inscripción grabada y banderín de metal, y costó sólo 200 pesetas.

El P. Gabino quedó muy satisfecho por el resultado, según consta por una carta que le escribió la Casa cuando ya había vuelto a Jerusalén. Esta carta es del 30 de mayo de 1921 y en ella se refleja con "verdadera fruición el aprecio que hizo de los Niños Jesús en madera de cedro", como sabemos, que ciertamente se distinguen por un sello especial.

¿Quién la realizó?
Removiendo más libros de empleados de los talleres, hemos dado con los siguientes nombres: Francisco Rogés, que es el escultor principal. A continuación hay una lista de trabajadores cooperando, cada uno en una especialidad, como Alejandro Vila, Pedro Guasch, Jaime Pagós, Endaldo Angla, Juan Salvadó, Ceferino Mercadé, Fernando, Benito, Pedro (carpintero), Peret y Duch. Rogés recibía a la semana 56,25 pts. trabajando 6 días a razón de cinco horas diarias; los demás, jornales inferiores.

El modelo es conocido en la actualidad por las siguientes letras: R.O.G., del mencionado Rogés, y es muy apreciado por todos los peregrinos que se quedan embelesados mirándolo en nuestra iglesia de Belén.

La popular imagen del Niño Jesús es portada en procesión hasta el Santo Pesebre en la Nochebuena y, tras la Epifanía, vuelve al altar de la Virgen en la iglesia de Santa Catalina.

 La talla fue encargada por fray Gabino Montoro, ofm, en 1920, a la Casa “Viuda de Reixach” de Barcelona y fue realizada por el artista Francisco Rogés. Éste es también el autor de la imagen del Niño en el trono que es llevada en procesión por el Custodio en la fiesta de Epifanía. Las dos imágenes son de madera de cedro. Se prepararon varios modelos, entre los que fue elegido éste con las manos juntas. Con todo, la tradición de la imagen del Niño Jesús de Belén es mucho más antigua, como lo demuestra la crónica editada por fray Jerónimo Golubovich en su “Biblioteca Bio-bibliográfica de Tierra Santa”. Allí se narra un curioso episodio de la desaparición de la imagen: “De cómo el Pachá de Jerusalén arrebató a los frailes una imagen de madera del Niño Jesús con el fin de obtener dinero”. “Llegadas que hubieron el tres de junio a Belén casi todas esas naciones cismáticas para celebrar no sé qué fiesta suya, se llegaron hasta nuestro convento para visitar los santuarios e iglesias.

Permanecían en nuestra sacristía admirando una bellísima escultura del Niño, la que nuestros frailes suelen poner en la noche de la Navidad del Señor en el Santo Pesebre, preguntando a quién representaba. Un monje griego les respondió que aquel era el Dios de los idólatras francos y que, si los ministros turcos se lo quitasen, se quedarían sin Dios. Pasada como una hora entró en nuestra iglesia de Santa Catalina el pachá. Encontrándose él allí con toda su corte, ordenó que le fuese llevado el Niño, porque quería verlo.

 Habiéndolo tenido un buen rato con mucho gusto entre sus manos, lo restituyó a nuestro intérprete, sin decir ninguna otra cosa. Cuando, por la tarde, estaban en nuestra iglesia grande (donde suelen residir y pernoctar tales personajes grandes) discutiendo de todo esto, le dijeron que había hecho muy mal en devolver el Niño, puesto que, si lo hubiese tomado y retenido, los francos se habrían visto obligados a rescatarlo pagando un buen millar de piastras, ya que ellos lo tienen por Hijo de Dios y así lo adoran. Estimando el pachá que podría sacar provecho en esta ocasión, mandó rápidamente a su intérprete a por el Niño, con la promesa de no extraviarlo o dañarlo de ninguna manera. De forma que, con esta vana esperanza, se lo llevó a su casa en Jerusalén. El padre guardián, cuando fue avisado de todo esto, permaneció inalterado, sin rechistar ni hacer mención alguna.

Pasados tres meses y viendo que los frailes no le dirigían ninguna reclamación, el pachá convocó a nuestro intérprete para decirle que se maravillaba mucho de que los francos tuviesen a su Dios en tan poca estima. El intérprete le respondió que a quien los francos adoran es al Dios Uno y Trino que está en el cielo, que aquel Niño representaba solamente al Hijo de Dios en carne humana, al cual ponían los frailes en la noche de su Natividad en aquel Santo Pesebre para representar el misterio de su nacimiento.

El pachá le respondió que sabía muy bien que aquel era su real y verdadero Dios, pero que, por no hacer un gran dispendio en su rescate, trataban de tergiversar las cosas de aquella manera. Concluyó el pachá proponiéndole que, de todas formas, puesto que él no quería ya tenerlo en su casa, mandaría que se lo llevasen a Belén con muy buena cortesía. Y, entregándoselo en sus manos, le dijo que le diera al menos cien piastras. Después de muchos alegatos, se contentó finalmente con dos vestidos de seda y dos paños bordados. Alabado sea Jesucristo. Amén.” (T.S. 1969, p. 378)

Queda, pues, patente que la tradición de la representación del Niño es muy antigua y está ligada a la devoción que ya Francisco de Asís y sus frailes contribuyeron a divulgar y difundir. Está documentado el envío de algunas imágenes del Niño desde Tierra Santa a Italia en 1414, costumbre que prosigue hasta nuestros días. También hoy, en efecto, no sólo los franciscanos, sino los mismos peregrinos, gustan llevarse a casa, como recuerdo del lugar santo de la Natividad, la imagen del Niño Jesús.


Santa Catalina
La iglesia de Santa Catalina es accesible por tres vías: a través del transepto norte de la basílica, desde las grutas subterráneas y por el claustro de san Jerónimo. La iglesia, que pertenece al conjunto del convento cruzado, ha sido objeto de numerosas remodelaciones a lo largo de los siglos; la última se realizó con ocasión del Jubileo del año 2000. El lugar estaba dedicado a Santa Catalina de Alejandría ya en 1347. Inicialmente consistía tan sólo en una pequeña capilla interna del convento franciscano; se trata del espacio que corresponde hoy al altar dedicado a Santa Catalina.

Con todo, la antigua estructura descrita en los dibujos de Bernardino Amico es ya irreconocible, puesto que todo el espacio se ha ido agrandando con el tiempo. El actual edificio sagrado es amplio y luminoso. Está constituido por tres naves con un ábside en el que se sitúa el coro de los frailes. En este mismo ábside está representada la escena de la Natividad, en vidriera de época moderna realizada en la reforma del año 2000.

 Al fondo de la nave derecha está situado el altar dedicado a Santa Catalina; un poco más a la derecha, en una pequeña capilla lateral dedicada a la Virgen, se encuentra la popular imagen del Niño Jesús de Belén, del siglo XVIII, centro de las celebraciones solemnes de la Navidad. Mención especial merecen los arcos de época cruzada conservados todavía en la entrada de la iglesia, ahora englobados en la estructura del templo. Se trata de la galería este del “Claustro de San Jerónimo”. En este espacio se muestra el bajorrelieve donado por el Papa Juan Pablo II con ocasión del Jubileo del año 2000.