¡Oh Jesús, esplendor y candor del Padre!
¡Luz y belleza de los ángeles!
Te contemplo juzgado, condenado y el hazme reír de todos
a causa de mis muchos pecados.
Son las punzantes espinas de mi ingratitud e indiferencia
Son las punzantes espinas de mi ingratitud e indiferencia
las que hieren tu Rostro, adorado por los bienaventurados.
Son las bofetadas de mis vicios, de mi indolencia,
de mi falta de generosidad las que desfiguran tu Belleza,
¡oh Lirio del campo; Flor de la Virgen Madre!
Jesús: tus ojos bajos y pacientes me hablan de tu espera.
Jesús: tus ojos bajos y pacientes me hablan de tu espera.
¡Siempre me esperas!
Esperas y atraes al hijo perdido que retorna.
Jesús: tus lágrimas purifican,
como límpido manantial,
la impureza de mis pecados.
Tus manos, fuertemente atadas como reo,
Tus manos, fuertemente atadas como reo,
sangrantes de amor,
me hablan de tu misericordia
que no castiga sino que recrea.
Por mí te dejaste llevar atado,
como manso cordero, al matadero.
Jesús, Rey del cielo y tierra,
Jesús, Rey del cielo y tierra,
revestido de la púrpura del Amor de tu Sangre.
Portas el cetro de la caña frágil
que golpeó tu cabeza;
sé Rey en mi corazón y acuérdate de mí,
cuando vengas en tu esplendor de Gloria.
Jesús, Varón de dolores,
Jesús, Varón de dolores,
en tu Rostro desfigurado,
lleno de salivazos, de golpes,
veo la Belleza de tu Amor que me perdona y consuela.
¡Jesús, ten compasión de mí, pecador!
¡Jesús, ten compasión de mí, pecador!
Ayúdame a no separarme más de ti,
de tu gracia y de tu amor.
Amén.
Amén.