«Permaneced unidos a mí,
como yo lo estoy a vosotros»
(Juan 15, 4a)
como yo lo estoy a vosotros»
(Juan 15, 4a)
Día 7: Crecer en unidad
«Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos»
(Juan 15, 5a)
Pero tengo algo que pediros, hermanos, y lo hago en nombre de nuestro Señor Jesucristo: que haya concordia entre vosotros. Desterrad cuanto signifique división y recuperad la armonía pensando y sintiendo lo mismo. Digo esto, hermanos míos, porque los de Cloe me han informado de que hay divisiones entre vosotros. Me refiero a eso que anda diciendo cada uno de vosotros: «Yo pertenezco a Pablo», «yo a Apolo», «yo a Pedro», «yo a Cristo». Pero bueno, ¿es que Cristo está dividido? ¿Ha sido crucificado Pablo por vosotros o habéis sido bautizados en su nombre?
Que nadie, pues, ande presumiendo de los que no pasan de ser seres humanos. Todo os pertenece: Pablo, Apolo, Pedro, el mundo, la vida, la muerte, lo presente y lo futuro; todo es vuestro. Pero vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios.
Jn 17, 20-23. Como tú y yo somos uno
Y no te ruego solo por ellos; te ruego también por todos los que han de creer en mí por medio de su mensaje. Te pido que todos vivan unidos. Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros. De este modo el mundo creerá que tú me has enviado. Yo les he comunicado la gloria con que tú me has glorificado, de manera que sean uno, como lo somos nosotros.
Como tú vives en mí, vivo yo en ellos para que alcancen la unión perfecta y así el mundo reconozca que tú me has enviado y que los amas a ellos como me amas a mí.
En la víspera de su muerte, Jesús oró por la unidad de aquellos que el Padre le había entregado: «para que todos sean uno (...); para que el mundo crea».
Unidos a él, como el sarmiento a la vid, compartimos su misma savia que circula en nosotros y nos revitaliza.
Cada tradición busca llevarnos al corazón de nuestra fe: la comunión con Dios, a través de Cristo, en el Espíritu. Cuanto más vivimos esta comunión, más nos unimos con otros cristianos y con toda la humanidad. Pablo denuncia una actitud que ya había amenazado la unidad de los primeros cristianos: absolutizar la propia tradición en detrimento de la unidad del cuerpo de Cristo. Las diferencias se convierten entonces en divisiones en lugar de enriquecernos mutuamente. Pablo tuvo una visión muy amplia: «Todos son tuyos, y tú eres de Cristo, y Cristo es de Dios» (1 Cor 3, 22-23).
La voluntad de Cristo nos compromete con un camino de unidad y reconciliación. También nos compromete a unir nuestra oración a la suya: «que todos sean uno (...); para que el mundo crea» (Jn 17, 21).
Nunca os resignéis al escándalo de la separación de los cristianos que con tanta facilidad profesan el amor al prójimo y, sin embargo, permanecen divididos.
Haz de la unidad del cuerpo de Cristo tu incansable preocupación.
La regla de Taizé en francés e inglés (2012) p. 13
Oración
Espíritu Santo,
fuego vivificador y aliento suave,
ven y permanece en nosotros.
Renueva en nosotros la pasión por la unidad,
para que podamos vivir conscientes del vínculo que nos une a ti.
Que todos los que nos hemos entregado a Cristo en el bautismo
nos unamos y demos testimonio de la esperanza que nos sostiene.
Letanía de alabanza
A Tú que nos has llamado para alabarte en esta tierra: ¡Gloria a ti!
L1 Te alabamos en medio de este mundo y junto con todos los pueblos de la tierra.
L2 Te alabamos en medio de la creación y junto con todas las criaturas.
A Tú que nos has llamado para alabarte en esta tierra: ¡Gloria a ti!
L1 Te alabamos desde el sufrimiento y las lágrimas,
L2 Te alabamos desde nuestras esperanzas y éxitos.
A Tú que nos has llamado para alabarte en esta tierra: ¡Gloria a ti!
L1 Te alabamos desde nuestros lugares de conflictos y malentendidos.
L2 Te alabamos desde nuestros lugares de encuentro y reconciliación.
A Tú que nos has llamado para alabarte desde esta tierra: ¡Gloria a ti!
L1 Te alabamos desde nuestras desavenencias y divisiones,
L2 Te alabamos desde la vida y la muerte, y desde el nacimiento de un cielo y una tierra nueva.
A Tú que nos has llamado para alabarte desde esta tierra: ¡Gloria a ti!