Jesús enseña a orar







CUARTA PARTE
LA ORACIÓN CRISTIANA

PRIMERA SECCIÓN 
LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA

CAPÍTULO PRIMERO
LA REVELACIÓN DE LA ORACIÓN

ARTÍCULO 2 
EN LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS


Jesús enseña a orar
2607 Con su oración, Jesús nos enseña a orar. El camino teologal de nuestra oración es su propia oración al Padre. Pero el Evangelio nos entrega una enseñanza explícita de Jesús sobre la oración. Como un pedagogo, nos toma donde estamos y, progresivamente, nos conduce al Padre. Dirigiéndose a las multitudes que le siguen, Jesús comienza con lo que ellas ya saben de la oración por la Antigua Alianza y las prepara para la novedad del Reino que está viniendo. Después les revela en parábolas esta novedad. Por último, a sus discípulos que deberán ser los pedagogos de la oración en su Iglesia, les hablará abiertamente del Padre y del Espíritu Santo.

2608 Ya en el Sermón de la Montaña, Jesús insiste en la conversión del corazón: la reconciliación con el hermano antes de presentar una ofrenda sobre el altar (cf Mt 5, 23-24), el amor a los enemigos y la oración por los perseguidores (cf Mt 5, 44-45), orar al Padre “en lo secreto” (Mt 6, 6), no gastar muchas palabras (cf Mt 6, 7), perdonar desde el fondo del corazón al orar (cf, Mt 6, 14-15), la pureza del corazón y la búsqueda del Reino (cf Mt 6, 21. 25. 33). Esta conversión se centra totalmente en el Padre; es lo propio de un hijo.

2609 Decidido así el corazón a convertirse, aprende a orar en la fe. La fe es una adhesión filial a Dios, más allá de lo que nosotros sentimos y comprendemos. Se ha hecho posible porque el Hijo amado nos abre el acceso al Padre. Puede pedirnos que “busquemos” y que “llamemos” porque Él es la puerta y el camino (cf Mt 7, 7-11. 13-14).

2610 Del mismo modo que Jesús ora al Padre y le da gracias antes de recibir sus dones, nos enseña esta audacia filial: “todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido” (Mc 11, 24). Tal es la fuerza de la oración, “todo es posible para quien cree” (Mc 9, 23), con una fe “que no duda” (Mt 21, 22). Tanto como Jesús se entristece por la “falta de fe” de los de Nazaret (Mc 6, 6) y la “poca fe” de sus discípulos (Mt 8, 26), así se admira ante la “gran fe” del centurión romano (cf Mt 8, 10) y de la cananea (cf Mt 15, 28).

2611 La oración de fe no consiste solamente en decir “Señor, Señor”, sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt 7, 21). Jesús invita a sus discípulos a llevar a la oración esta voluntad de cooperar con el plan divino (cf Mt 9, 38; Lc 10, 2; Jn 4, 34).

2612 En Jesús “el Reino de Dios está próximo” (Mc 1, 15), llama a la conversión y a la fe pero también a la vigilancia. En la oración, el discípulo espera atento a Aquel que es y que viene, en el recuerdo de su primera venida en la humildad de la carne, y en la esperanza de su segundo advenimiento en la gloria (cf Mc 13; Lc 21, 34-36). En comunión con su Maestro, la oración de los discípulos es un combate, y velando en la oración es como no se cae en la tentación (cf Lc 22, 40. 46).

2613 San Lucas nos ha trasmitido tres parábolas principales sobre la oración:

La primera, “el amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13), invita a una oración insistente: “Llamad y se os abrirá”. Al que ora así, el Padre del cielo “le dará todo lo que necesite”, y sobre todo el Espíritu Santo que contiene todos los dones.

La segunda, “la viuda importuna” (cf Lc 18, 1-8), está centrada en una de las cualidades de la oración: es necesario orar siempre, sin cansarse, con la paciencia de la fe. “Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.

La tercera parábola, “el fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), se refiere a la humildad del corazón que ora. “Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador”. La Iglesia no cesa de hacer suya esta oración: ¡Kyrie eleison!

2614 Cuando Jesús confía abiertamente a sus discípulos el misterio de la oración al Padre, les desvela lo que deberá ser su oración, y la nuestra, cuando haya vuelto, con su humanidad glorificada, al lado del Padre. Lo que es nuevo ahora es “pedir en su Nombre” (Jn 14, 13). La fe en Él introduce a los discípulos en el conocimiento del Padre porque Jesús es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). La fe da su fruto en el amor: guardar su Palabra, sus mandamientos, permanecer con Él en el Padre que nos ama en Él hasta permanecer en nosotros. En esta nueva Alianza, la certeza de ser escuchados en nuestras peticiones se funda en la oración de Jesús (cf Jn 14, 13-14).

2615 Más todavía, lo que el Padre nos da cuando nuestra oración está unida a la de Jesús, es “otro Paráclito, [...] para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad” (Jn 14, 16-17). Esta novedad de la oración y de sus condiciones aparece en todo el discurso de despedida (cf Jn 14, 23-26; 15, 7. 16; 16, 13-15; 16, 23-27). En el Espíritu Santo, la oración cristiana es comunión de amor con el Padre, no solamente por medio de Cristo, sino también en Él: “Hasta ahora nada le habéis pedido en mi Nombre. Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea perfecto” (Jn 16, 24).