Carlos Eduardo Schaffer
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En los buenos tiempos, cuando se hablaba de la Navidad a un niño educado en una familia católica, le venía a la cabeza una inmediata asociación de ideas. Sentía que la atmósfera de Navidad comenzaba a irradiarse varias semanas antes de la magna conmemoración.
Parecía que la naturaleza iba haciéndose cada día más bella, el aire más puro, los pájaros más alegres, el sol más brillante, el cielo de noche más deslumbrante, las personas predispuestas a una relación más amena. En fin, todo iba gradualmente transformándose en un ambiente de paz, de pureza, de dulzura, de alegría serena y de una gran expectativa: el día de la mayor fiesta del año —el nacimiento de Jesús— se aproximaba.
El niño se encantaba con el pesebre, con el árbol de Navidad, con la “estrella de Belén”, con los pompones de algodón imitando nieve, con las músicas navideñas —entre las cuales se destacaba “Noche de Paz”, versión castellana del famoso “Stille Nacht, heilige Nacht”. La Misa en la parroquia, especialmente festiva y envuelta en un aire de júbilo sobrenatural, hacía evidentemente parte de las conmemoraciones y quedaba profundamente grabada en la memoria. En un lugar no muy secundario, venía también la expectativa de la sabrosa cena de Navidad, preparada con esmero por la madre, ayudada, cuando era el caso, por las hijas mayores o alguna tía soltera.
¿De dónde venían los regalos?
¿Y los regalos? Aquí las asociaciones de ideas divergían mucho de un niño a otro, según las costumbres de cada región, los orígenes de la familia, el medio social donde vivían, y otros factores más. Para la mayoría de los niños, quien los traía era Papá Noel; para otros, San Nicolás; para otros aún, sería el propio Niño Jesús o los Reyes Magos.
La expectativa de los regalos era grande. ¿Cómo comunicar sus deseos al portador de los regalos? Algunos niños eran aconsejados a escribir una cartita, que el papá se encargaría de hacerla llegar al destinatario. ¿Pero cómo? Éste era un secreto que no se revelaba...
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La solución austriaca
En Austria el problema del envío de la carta fue resuelto de manera muy del agrado de las niños. En una pequeñita aldea de provincia “Alta Austria” (Ober Österreich), llamada Christkindldorf (Aldea del Niño Jesús), fue creada una oficina de correo a la cual le fue dado también el nombre de Christkindl Postamt (Agencia de Correo del Niño Jesús). Los pequeños hoy pueden escribirle al Niño Jesús, dirigiendo su carta a este correo. Y podrán recibir respuesta...
Esta historia comienza a fines del siglo XVII. Ferdinand Sertl, entonces encargado de la cuadrilla de bomberos de la ciudad de Steyr, sufría de epilepsia. Católico de profunda fe y piedad, tenía confianza en la oración y esperaba sanarse.
Para poder rezar con más recogimiento, alrededor de 1695 compró una imagen del Niño Jesús, de cera. Fue al bosque de Unterhimmel (Bajo el Cielo), a una cierta distancia de la ciudad, cavó un pequeño oratorio en un árbol grande, y colocó allí la imagencita, frente a la cual rezaba con frecuencia para pedir su curación. Habiendo efectivamente recibido la gracia pedida, se esparció rápidamente la noticia, y pronto comenzaron las peregrinaciones y nuevos milagros.
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En 1699 fue construida en el lugar una capilla de madera. En 1702, Don Anselmo, prior de la abadía benedictina de Garsten, situada en las proximidades, en vista del creciente número de peregrinos, inició la construcción de la actual iglesia, que fue consagrada en 1709 (1). En el altar principal se puede ver la imagencita original del Niño Jesús (2), incorporada de modo muy artístico al propio árbol donde Ferdinand Sertl había originalmente colocado al Divino Infante.
En lo alto de la puerta principal, una inscripción: «Nolite peccare in Puerum» – Gén. 42, 22 (“No pequéis contra el Niño”), frase que, en nuestros días, puede tener un sentido mucho más grave de lo que en la época en que fue grabada, pues en el Niño Jesús están especialmente representados todos los niños inocentes, especialmente los amenazados por el aborto.
Alrededor del santuario fue apareciendo un pequeño caserío, llamando Christkindldorf (Aldea del Niñito Jesús). De las naciones de lengua alemana, solamente los austriacos tienen esta forma especial de diminutivo muy cariñoso, que se forma añadiendo una “l” o “rl” al final de la palabra “Kind” (niño); en el caso, se transforma en Kindl (niñito).
“Correo del Niño Jesús”
En 1946, después de la II Guerra Mundial, cuando Austria estaba ocupada por los ejércitos aliados, un soldado norteamericano sugirió al correo austriaco que utilizara, para fines filatélicos, imágenes de la pintoresca aldea y de su respectiva iglesia como tema de estampillas navideñas (3). Las cartas enviadas desde aquel lugar recibían el sello de la agencia Unterhimmel entonces existente.
La iniciativa tuvo tal éxito que, el 20 de noviembre de 1949, el correo abrió una agencia especial llamada Christkindl Postamt (Agencia de Correo del Niñito Jesús) (4), que comenzó a funcionar en las dependencias de la casa parroquial, habiendo expedido el primer año 42.000 cartas. El número de misivas, desde entonces, no deja de crecer. El año pasado fueron enviadas más de dos millones de cartas.
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Esta agencia de correo sólo funciona a partir del primer domingo de Adviento hasta la fiesta de los Reyes Magos, el día 6 de enero.
Ella prácticamente no distribuye correspondencia, pues son muy pocos los habitantes de la región. Recibe cartas de niños y responde a quienes piden una respuesta. Pero no son sólo los niños que quieren recibir una misiva venida del “Correo del Niño Jesús”...
Entre los adultos esto es también muy apreciado. Y por eso, durante el tiempo en que este correo permanece abierto, además de los ómnibus de turistas, de peregrinos y de los propios austriacos que van a franquear sus tarjetas de Navidad, el correo recibe también, de los más distantes lugares del mundo, cantidades de cartas para destinatarios predeterminados, y que deben ser selladas con estampillas relativas a Christkindl, franqueadas con un sello especial cada año, y así expedidas.
La mayor parte de las cartas procesadas proviene de adultos. También los filatelistas aprecian mucho las estampillas de Christkindl con su respectivo matasello, pues solamente allí se pueden obtener, y en un período muy restringido. El año pasado, los auxiliares del correo respondieron 7.000 cartas de niños.
Alemania sigue el ejemplo
La idea se difundió también en Alemania, donde siete ciudades tienen servicios semejantes: Himmelstadt (Ciudad Celeste), Himmelpfort (Portería del Cielo), Himmelpforten (Porterías del Cielo), Himmelsthür (Puerta del Cielo), Engelskirchen (Iglesias de los Ángeles), Nikolausdorf (Aldea Nicolás), Sankt Nikolaus (San Nicolás). Anualmente ellas envían aproximadamente medio millón de cartas.
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Regalos, gracias, confidencias
En Himmelstadt, donde la señora Rosemarie Schotte y otras seis personas se encargan voluntariamente de los trabajos, el año pasado fueron procesadas más de 55.000 cartas, la mayoría de niños.
Ella contó a este cronista que hay varios tipos de cartas. Unas apenas piden los regalos que los niños desean recibir: una muñeca, un juguete cualquiera, una película que puedan ver en casa, etc. Otros piden que el Niño Jesús conceda favores espirituales o materiales para quien las escribió o para sus allegados: para que los padres separados vuelvan a vivir juntos y no peleen más; para que el padre encuentre un empleo; para que un abuelo sea curado de su enfermedad, y muchas otras cosas del género. Otras aún no piden nada para los remitentes ni para otras personas, sino en una especie de intimidad muy inocente con el Niño Jesús, apenas relatan las alegrías y sufrimientos que tuvieron durante el año.
Escribe por mí...
Como en general las cartas vienen de niños que aún no saben escribir, la caligrafía es de alguien que escribe por ellos —el padre, la madre, la abuela, etc.— y habitualmente deja que el niño refrende la carta con algún dibujo hecho por él mismo, a guisa de rúbrica.
Recibir una respuesta del “Correo del Niño Jesús” o de la “Ciudad Celestial” es para los pequeños algo maravilloso, que completa fantásticamente aquel ambiente que ellos sienten que se va formando a su alrededor, a medida que se aproxima el gran día de Navidad.
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La idea de que sea el propio Niño Jesús o San Nicolás —y no el artificial “Papá Noel”— quien envía los regalos, hace menos decepcionante el momento en que el niño descubre que Papá Noel no existe. Pues se puede explicar fácilmente, que es una manera de decir, que fue Dios quien hizo posible que los padres atendieran los pedidos de los hijos. Lo cual es verdadero.
Por otro lado el llamado Papá Noel no es un miembro de la Corte celestial, ni siquiera existe. Cuando llega el momento de la verdad, es más difícil dar una explicación razonable, y esto puede causar una cierta decepción y desconfianza con relación a los padres.
El origen de Papá Noel
El origen histórico de Papá Noel lo hace aún menos maravilloso. Proviene del “Santa Claus” norteamericano, creado en 1881 para el periódico “Harper’s Weekly” por el caricaturista Thomas Nast, de origen alemán.
Nast estuvo durante toda su vida bastante vinculado con medios revolucionarios anticatólicos de la segunda mitad del siglo XIX. Estudió pintura con Theodor Kaufmann, cuando se refugió en Estados Unidos debido a la revolución anarquista de 1848 en Europa. Fue corresponsal de guerra en medio de las tropas del revolucionario Giuseppe Garibaldi durante a unificación italiana.
Para crear el Santa Claus, Nast se inspiró en una figura de su tierra natal, el Palatinado, llamada “Belsnickel” (5). Este personaje venía a amenazar y golpear a los niños con una vara de membrillo, por las travesuras que habían cometido: era, pues, una especie de anti San Nicolás. Si el niño se portó muy mal, él lo metía en un costal y se lo llevaba, así decían los padres.
Con el tiempo el personaje fue evolucionando, hasta que a comienzos de los años 30 la Coca-Cola (6) lo utilizó intensamente en la propaganda de su bebida, y lo universalizó en la forma en que hoy lo conocemos.
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Quiera Dios que las familias católicas vuelvan a difundir la idea, de que quien atiende los pedidos de nuestros pequeños es el Niño Jesús o San Nicolás (7).
El obispo de Myra
San Nicolás fue obispo de Myra, en la actual Turquía asiática, habiendo vivido aproximadamente entre los años 280 y 350. Heredero de una gran fortuna, la empleó para ayudar a los necesitados. De ese hecho nació con el tiempo el hábito de los niños, de pedirle a él sus regalos de Navidad.
San Nicolás de Bari —como también se le conoce, por ser el patrono de aquella ciudad italiana donde se encuentran sus reliquias— fue especialmente popularizado en el mundo alemán, de donde provienen muchos de los aspectos que caracterizan nuestra Navidad.
Aquí la página web del Christkindl post office (sitio en inglés y alemán)
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