Biografía del Padre Rizzo

El 16 de mayo de 1882, nació en Azzano Décimo, Véneto, Italia, el padre Juan del Rizzo, el más grande apóstol de la devoción al Divino Niño Jesús que ha tenido Colombia.
Hemos pasado ya el año centenario de su nacimiento.

Y es muy interesante que repasemos algunos de los datos de su simpática biografía. Sus padres fueron Antonio del Rizzo y Juana Battiston, personas tan profundamente religiosas que su párroco dejó por escrito: "Los del Rizzo figuran siempre en primera línea en todas las actividades religiosas de la parroquia".

Su padre había sido militar y formó al hijo en rígida disciplina y fortaleza de ánimo.

Las gentes de aquella región son algo rudas y ásperas, pero tenaces; de amplio corazón, generosos y abnegados. Así resultó Juan del Rizzo Battiston.

TROPIEZOS EN SU VOCACIÓN
Desde muy joven deseaba Juan ser sacerdote, pero sus amigos se burlaban de él diciendo: "Tienes las tres cualidades para que no te reciban de sacerdote: eres feo, eres malgeniado y eres pobre. ¿No sabes que para ser aceptado en el seminario hay que ser algo más simpático y no ser tan acampesinado como tú?"
Pero él respondía confiado: "Digan lo que digan, yo tengo que llegar a ser sacerdote". Y ya viejo repetía después "Por terco logré ser llegar al sacerdocio, por que en cuanto a cualidades me faltaban más de la mitad".

LOS QUE AFIRMABAN DECIAN QUE SI Y LOS QUE NEGABAN DECIAN QUE NO
Había dos sacerdotes en el pueblo de Azzano Décimo. Uno le tenía antipatía al joven del Rizzo por su carácter algo brusco y rebelde. Este le decía: "Déjese de boberías: ¿si solo tiene alas de mariposa para qué quiere ser águila?. Abandone la idea de ser sacerdote. Usted no saldrá de simple aldeano. Para eso sirve y nada más."

Pero el otro sacerdote, descubriendo que bajo la corteza algo áspera y antipática del muchacho bullía un corazón que amaba mucho a Dios, y que en su espíritu había un gran deseo de hacer apostolado (cualidad número uno para saber si hay vocación sacerdotal) le dijo: "Hay unos padres que son como los piojos: prefieren a los más pobres: son los salesianos. Ellos reciben jóvenes humildes e los pueblos, con tal de que tengan verdadero deseo de hacer apostolado. Váyase a su seminario y les pide un puesto ". Era el consejo más útil que había escuchado en su vida.

EL PRIMER FRACASO
En el año 1900 los salesianos recibieron con gusto al joven Rizzo Battiston en su seminario o aspirantado de Lombriasco. "Allí – decía él más tarde – me pasó como a las limatonas: de tanto dejarlas entre miel y almibar pierden mucho de su amargura natural, eso lo notaban todos. Pero desafortunadamente seguí siendo también amargosa lima silvestre. Genio y figura hasta la sepultura". Juan hizo verdaderos progresos en lo espiritual pero, como nada en la naturaleza cambia repentinamente, el día de hacer la votación para saber quienes eran aceptados como salesianos, Juan del Rizzo recibió votos negativos. Era una noticia gorda. Para muchos podía ser una catástrofe. Pero las gentes de su tierra tienen un adagio: "Hay que hacer como un bobo cuando se va por un camino: o se acaba el camino o se acaba el bobo". Y Juan dispuso que no echaría pie atrás.

UNA IDEA FELIZ Y MUY ATREVIDA
Otro en su caso había tomado el joto de su ropa y se había ido a su casa renegando. Del Rizzo en cambio fue…nada menos que directamente al Superior General de la Comunidad, el Padro Miguel Rúa, nombrado por Don Bosco, por voluntad expresa del Sumo Pontífice, como su reemplazo. La santidad de Don Miguel Rúa era aceptada por todos y sus decisiones eran extraordinariamente prudentes.

El Padre Rúa lo recibió muy serio. Ya los superiores lo habían informado de él: piadoso sí, muy trabajador, estudioso…pero algo rebelde y malgeniado, brusco a ratos en su trato ..¿quién sabe si para vivir en comunidad? Castidad …. como un asceta; pobreza como un monje del desierto, ¿pero la dulzura en el trato? Por ahí falla. Guapísimo para trabajar, devotísimo de la virgen pero terco…" Todo esto lo acepta Juan a ojos cerrados. ¡Lo es y no hay para que negarlo! Sin embargo se atreve a hablar: ¿Don Rúa, pero si pongo de mi parte un grande y constante esfuerzo por irme enmendando? ¿Y si me voy de misionero a tierras lejanas? Para ser misionero quizá no se necesita tanto la dulzura de San Francisco de Sales sino la capacidad de aguante de San Francisco Javier…"