Abraham, hombre de oración

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Cuando miramos los grandes orantes de la historia nos damos cuenta que todos ellos, sin excepción, fueron grandes amigos de Dios. Y es lógico, ¿con quién tienes las conversaciones más íntimas y profundas, con tus amigos más cercanos o con el extraño que se sentó a tu lado en el bus? Es a nuestro mejor amigo a quien le abrimos de par en par el corazón y le mostramos nuestra debilidades y secretos. Pues piensa que es igual con Dios. Mientras más crece la amistad entre ustedes, más le abres tu corazón a Dios y más conoces tú el Corazón de Dios.

Abraham fue un gran orante porque fue un gran amigo de Dios. Tal vez no lo sabes, pero cuando todos a su alrededor creían y adoraban múltiples dioses, Abraham comprendió que había un solo Dios verdadero. Esa fue la gran novedad de Abraham: pasó de la idolatría, a la monolatría, al monoteísmo*. Veamos que podemos aprender de Abraham y su relación con Dios.

La primera vez que me fijé seriamente en la historia de Abraham, descubrí algo que me dejó sorprendido.
La historia comienza con estas palabras: «Yahveh dijo a Abram: “Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré” … y Abram marchó como se lo había dicho Yahveh».
¿Sabes qué edad tenía Abraham cuando sucedió esto? ¡Tenía 75 años!

 Dios le pidió a un anciano que lo dejara todo y se lanzara en fe a una aventura desconocida… y el anciano, sin detenerse a pensarlo dos veces, salió a cumplir lo que Dios le pedía.

 Imagina la profundidad de aquella oración y la amistad que les unía, que Abraham no se cuestionó nada, solamente obedeció confiadamente lo que Dios le pedía.

 Abraham no sólo creyó en Dios, sino que le creyó a Dios. Creyó en su palabra, en sus promesas, en que Él estaría siempre a su lado.

 Pero más asombroso aún es que la fe y la fidelidad de Abraham fueron probadas una y otra vez… y cada vez salían más fortalecidas de la prueba,

Abraham es un modelo de oración porque camina en la presencia de Dios, le escucha y obedece. Su oración es un combate de la fe porque, aún en los momentos de prueba, él continúa creyendo que Dios es fiel. Aún más, después de recibir en su propia tienda la visita del Señor que le confía sus designios, Abraham se atreve a interceder con audaz confianza por los pecadores.

Abraham era amigo de Dios, tan así que Dios un día le comunicó lo que pensaba hacer con Sodoma. Dios le abrió su Corazón, como un Padre preocupado que confía su tristeza en el hijo que escucha atento. Sabemos que ese tipo de relación solamente puede alcanzarse con una vida de oración profunda y confiada.
La Biblia no nos deja muchas oraciones de Abraham, pero nos ofrece el modelo de lo que será la oración de intercesión por excelencia.

No se nos han transmitido muchas oraciones de Abraham. Pero allí donde iba, construía para su Dios altares, lugares de oración. De este modo, en el camino de su vida, tuvo múltiples experiencias con Dios, también algunas que le pusieron a prueba y le desconcertaron. Cuando Abraham vio que Dios quería aniquilar la ciudad pecadora de Sodoma, intercedió por ella. Incluso luchó obstinadamente con Dios. Su intercesión por Sodoma es la primera gran oración de petición en la historia del pueblo de Dios.

El que ora llega a conocer el Corazón de Dios… y allí solamente existe una misericordia tan grande que alcanza y abarca a todos. Abraham sabía eso. Veía el pecado de Sodoma, pero veía también el Corazón misericordioso de Dios que no quería destruir la ciudad. Abraham conocía a Dios, y sabía que Él le mostraba sus intenciones para que intercediera por ellos… y lo hizo.

Así tiene que ser nuestra oración a favor de otros: perseverante hasta la obstinación si es necesario. Pero sobre todo, una oración que encuentra sus raíces en el Corazón mismo de Dios. Que no pide por pedir, ni lo que yo creo que es “justo”, ni lo que yo haría desde mi perspectiva humana. Sino una oración que nace desde la escucha atenta de la Voluntad de Dios.

Te invito a hacer un ejercicio en el día de hoy: dediquémoslo a orar por otra persona. De seguro conoces a alguien que tiene una necesidad muy grande. Pídele a Dios por esa situación… pero no lo hagamos según la carne, no como nosotros creamos que es “mejor”, sino que dejémonos inundar por el amor y la miseria de Dios. Escuchemos lo que Dios quiere hacer y pidámosle que su Voluntad se haga realidad. Que no sea nuestra oración, sino la Suya.

Benedicto XVI dijo: “La súplica de Abraham, nuestro padre en la fe, nos enseñe a abrir, cada vez más, el corazón a la misericordia sobreabundante de Dios, para que en la oración cotidiana sepamos desear la salvación de la humanidad y pedirla con perseverancia y con confianza al Señor que es grande en el amor”.


* La idolatría es la adoración de múltiples dioses; la monolatría, aunque no niega la existencia de otros dioses, solamente adora a uno; el monoteísmo es reconocer que solamente existe un solo Dios y éste es digno de adoración y gloria.

Estamos siguiendo el esquema del YouCat sobre la oración y las citas “indentadas” pertenecen a él.


Fuente Tengo sed de Tí