EL CONTEXTO ECUMÉNICO EN CANADÁ


Entre los numerosos factores que influyen en la experiencia religiosa canadiense se encuentra la extensión del país. Canadá es el segundo Estado más grande del mundo, con un 40% de su territorio en el Ártico, al norte de los 60o de latitud. Extendiéndose desde el Atlántico hasta el Pacífico y desde los Estados Unidos hasta el Polo Norte, Canadá tiene diez provincias y tres territorios. Estamos rodeados por tres océanos: el Atlántico, el Pacífico y el Ártico. 

Nuestra única frontera terrestre es con Estados Unidos y ha experimentado casi 200 años de paz. Canadá es una confederación de antiguas colonias británicas, con un gobierno de tipo parlamentario en un sistema federal de diez provincias y tres territorios. La unión de los antiguos territorios coloniales y la independencia de Gran Bretaña se produjeron de forma pacífica, y Canadá sigue siendo un país que aboga firmemente por el compromiso y la cooperación internacionales. Las grandes distancias entre nuestras ciudades han fomentado por un lado la confianza en sí mismos y la formación de identidades diferenciadas en cada región, pero por otro también pueden engendrar sentimientos de alienación o de resentimiento.

Canadá es conocida por su riqueza natural: sus montañas, bosques, lagos y ríos, nuestros mares de trigo, y tres costas oceánicas. Es una tierra rica en agricultura y en recursos naturales. Canadá también es una tierra de gentes diversas: Primeras Naciones, inuit y métis,[5] y muchas personas que vinieron a asentarse aquí de todo el mundo. Tenemos dos idiomas oficiales, francés e inglés, aunque muchos canadienses también celebran la herencia cultural y lingüística de la patria de sus antepasados.

Jacques Cartier, el primer explorador francés que navegó las aguas del río San Lorenzo (St. Lawrence River), fue el primer europeo que oyó a los indígenas usar la palabra "Canadá", que significa "aldea". Los primeros colonos de Francia eran en su mayoría católicos romanos, pero también llegaron un número considerable de protestantes, principalmente mercaderes hugonotes. Las tensiones religiosas en Francia no se traspasaron a Nueva Francia, donde grupos como los jesuitas cooperaban de buena gana con los protestantes. Tristemente, sin embargo, el inicial periodo de colaboración dejó paso a la discriminación, y más adelante solo a los católicos se les permitía oficialmente instalarse como colonos en Nueva Francia. El primer nombre de Montreal, “Ville Marie,” proclamaba estos orígenes católicos.

A mediados del siglo XVIII, Nueva Francia fue cedida a Gran Bretaña y las familias francesas-canadienses, en su mayoría católicas, se convirtieron en súbditas del rey anglicano de Inglaterra. En un tiempo en que Gran Bretaña todavía tenía vigentes leyes que discriminaban a los católicos, la Corona garantizó la libertad religiosa en Canadá, así como las libertades lingüística, educativa y cultural. Con todo, se alternaron periodos de tolerancia con otros de mayor dureza bajo este régimen. Hasta los años 1950, los obispos católicos supervisaban la mayoría de las instituciones sociales de las comunidades francesas.

Mientras, el país fue creciendo e integrando olas de inmigración en los años siguientes. Colonos ingleses, escoceses e irlandeses comenzaron a llegar a finales del siglo XVIII. A las sucesivas oleadas de inmigración durante el siglo XIX provenientes de Europa occidental y oriental se han unido después importantes oleadas de latinoamericanos, africanos, árabes y asiáticos. En el siglo XX, gente de todas partes del mundo ha venido a Canadá como inmigrantes y refugiados, incluido un considerable número de ortodoxos de Europa del Este y de Oriente Medio, cuyas tradiciones cristianas enriquecieron el panorama canadiense. Hoy, los cristianos canadienses oran en cientos de idiomas y dialectos, y guardan los elementos distintivos de sus culturas dentro de un rico mosaico cultural y religioso. También se han establecido en Canadá miembros de otras religiones, como judíos, musulmanes, sikhs, hindúes y baha'is.

Las ciudades canadienses se sitúan entre las más multiculturales y multirreligiosas del mundo. Políticas de gobiernos anteriores encaminadas a fomentar la asimilación han sido sustituidas por el multiculturalismo oficial a partir de los años 1970. El país se ha enriquecido con las contribuciones de ciudadanos y ciudadanas de diversos orígenes étnicos, y nos alegra su presencia visible en el ámbito político, educativo, sanitario, artístico, comunicativo, empresarial y religioso.

Durante más de 150 años algunas de las denominaciones cristianas de Canadá trabajaron con el gobierno federal para gestionar los Internados Indígenas, que tomaban a los niños aborígenes –a menudo en contra de la voluntad de sus padres– para educarles y asimilarlos a la cultura europea. Estas escuelas que pretendían erradicar el lenguaje y la cultura indígenas, a menudo se convirtieron además en lugares para el abuso físico, emocional y sexual.

Las mayores Iglesias y confesiones de Canadá –Católica, Unida, Anglicana y Presbiteriana– fueron cómplices y recientemente han pedido perdón de varias maneras. Estas Iglesias ahora trabajan en estrecha colaboración con los pueblos aborígenes en la búsqueda de la justicia, la sanación, la verdad y la reconciliación; recientemente esto se ha hecho a través de una Comisión Nacional de la Verdad y la Reconciliación[6], que forma parte de una respuesta holística y comprensiva al legado de los internados.

Desde nuestras más tempranas experiencias de frontera, las Iglesias canadienses han desarrollado un instinto de cooperación en el ministerio pastoral. Ya en la década de 1880 las misiones presbiterianas, metodistas y congregacionistas en Canadá occidental cooperaban para llevar a cabo la responsabilidad de la misión. Esto condujo a las Iglesias Unidas, que dio el impulso para la fundación de la Iglesia Unida de Canadá en 1925, la primera unión eclesial ecuménica moderna del mundo. Quienes la propusieron lo veían como una manera de facilitar un liderazgo cristiano unido en el proyecto de construcción de la nación.

Hoy, la cooperación en el ministerio tiene lugar de muchas otras formas. La atención espiritual se comparte a través de capellanías ecuménicas en prisiones, hospitales, universidades y en el Ejército. La mayor parte de la formación teológica oficial en el país se desarrolla en escuelas ecuménicas o consorcios. Otras formas de cooperación se han desarrollado en el ministerio pastoral, tales como los Ministerios Ecuménicos Compartidos, en los que dos o más denominaciones comparten edificios, ministros y programas, y realizan un acto litúrgico común cada semana.


Veinticuatro denominaciones se unen en el Consejo Canadiense de las Iglesias (CCC), uno de los consejos eclesiales más amplios e incluyentes del mundo, que agrupa a anglicanos, católicos, reformados, evangélicos, iglesias libres, y tradiciones ortodoxas de Europa del Este y Orientales. El CCC, que emplea un modelo de toma de decisión basado en el consenso, se fundó en 1944 y sus miembros representan al 85% de los cristianos de Canadá.

Es importante resaltar que la Conferencia Episcopal Canadiense, de los obispos católicos, es miembro de pleno derecho del CCC, lo mismo que lo son seis denominaciones evangélicas. La Hermandad Evangélica de Canadá (EFC son sus siglas en inglés por Evangelical Fellowship of Canada) reúne a denominaciones, ministerios paraeclesiales, y a congregaciones locales de todo el espectro evangélico y pentecostal. Una serie de Iglesias son miembros u observadores tanto en el CCC como en el EFC. Estos dos organismos trabajan con una colaboración más estrecha en los últimos años.

Muchas Iglesias canadienses están implicadas en relaciones bilaterales y multilaterales tanto a nivel nacional como local. La unión orgánica más significativa ha sido la originada en 1925 por numerosas iglesias presbiterianas, metodistas y congregacionistas para formar la Iglesia Unida de Canadá, pero se han desarrollado muchas otras formas de hermandad y comunión, como laDeclaración Waterloo anglicano-luterana sobre la plena comunión en 2001. Los diálogos teológicos canadienses han contribuido al estudio y a la reflexión a nivel local y han compartido sus hallazgos en diálogos internacionales.

Uno de los muchos aspectos innovadores del ecumenismo canadiense es la formación de más de 50 coaliciones intereclesiales para la justicia social desde principios de los años 1960. El ProyectoPloughshares, el Consejo Intereclesial de Mujeres de Canadá, KAIROS, Iniciativas Ecuménicas Canadienses por la Justicia, el Foro de Iglesias Canadienses para los Ministerios Globales y otras, han ayudado a las Iglesias y al gobierno en la investigación y el compromiso de cara a complejos problemas sociales.

El Centro Canadiense para el Ecumenismo fue fundado por Irénée Beaubien en Montreal en 1963 en un vibrante ambiente francés e inglés. Ofrece recursos nacionales como la revista Ecumenism,que se publica en ediciones inglesa y francesa y que se envía a suscriptores en 40 países. La constante sensibilidad del centro para los movimientos sociales queda demostrada en el nuevo programa Iglesia Verde, que ayuda a las Iglesias de todas las denominaciones a convertirse en mejores custodios de la Creación.

La llamada del Concilio Vaticano II a principios de los 60 tuvo un impacto positivo en el crecimiento del ecumenismo en Canadá. El conocimiento y la experiencia del ecumenismo en Canadá son evidentes en la carta pastoral de 1962 del cardenal Paul-Émile Léger, arzobispo de Montreal, titulada Chrétiens désunis (Cristianos Desunidos). En ella Léger no llama a la conversión de los protestantes al catolicismo, sino que invita a los católicos a rezar por la unidad, especialmente a través de un renacer y una conversión de la misma Iglesia Católica. En palabras que anticipaban el Concilio Vaticano II, el cardenal reconocía que "la preocupación por la unidad se está convirtiendo en el principal foco del cristianismo contemporáneo", y que este importante movimiento "nació bajo la inspiración del Espíritu Santo".

En esta reflexión sobre el misterio de la unidad y la desunión de los cristianos, subrayaba que todas las personas válidamente bautizadas "están insertadas en Cristo y forman con Él un solo cuerpo". También apuntaba que a la luz del expreso deseo de Cristo, la desunión es "un escándalo" y "un mal". Por eso, el cardenal urgía a su rebaño a orar por la unidad y a entrar en diálogo con sus hermanos cristianos, reconociendo que las responsabilidades por la desunión están repartidas en ambos lados.

Habiendo oído hablar de las discretas reuniones mensuales entre pastores protestantes y sacerdotes católicos organizadas en Montreal por Beaubien a principios de 1958, el Consejo Mundial de las Iglesias eligió celebrar la cuarta conferencia mundial de Fe y Orden en esta ciudad en 1963. Este encuentro de más de 450 teólogos de muy diversos países y denominaciones, calurosamente acogidos por una población mayoritariamente católica, supuso un gran acontecimiento ecuménico. Un encuentro de hermandad cristiana celebrado durante la conferencia en la Universidad de Montreal reunió a 1.500 cristianos. En la Expo 67, la Feria Mundial organizada en Montreal, las principales Iglesias de Canadá y el Vaticano dejaron de lado su costumbre de colocar kioscos separados y se unieron en un "Pabellón Cristiano". En la historia de las Exposiciones Universales esta fue la primera vez que se erigía un pabellón ecuménico.

Otros grupos ecuménicos surgieron después del Vaticano II y en las décadas que siguieron: El Consejo Ecuménico Atlántico (1966), el Quebec Ecumenical Network (1982), y el Prairie Centre for Ecumenism (1984) son de particular relevancia. El Prairie Centre for Ecumenism, fundado en Saskatoon por Bernard de Margerie, está patrocinado por siete denominaciones y se centra en la educación y la formación ecuménicas, al tiempo que sirve de recurso nacional para los Ministerios Ecuménicos Compartidos (Ecumenical Shared Ministries).

Por todo el país se promueve el ecumenismo por parte de grupos ministeriales en zonas rurales y en barrios urbanos, lo mismo que por numerosos consejos de Iglesias. Varias iniciativas ecuménicas han florecido en el país: celebraciones compartidas durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, formación común en facultades teológicas, actividades por la paz y por la justicia social, publicaciones, etc. Como parte integral de la vida de la Iglesia en Canadá, las familias intereclesiales viven los retos y las bendiciones del trabajo por la unidad de los cristianos y a menudo proveen de liderazgo a los ministerios ecuménicos.

Uno de los aspectos más destacables del camino ecuménico reciente ha sido la creciente implicación de las Iglesias y los pastores evangélicos en los encuentros ecuménicos locales, en los actos litúrgicos y en el diálogo, así como en los ministerios comunitarios. Después de un periodo de acercamiento inter-Evangélico, vemos ahora nuevas oportunidades para el diálogo entre las principales Iglesias protestantes históricas, los evangélicos y pentecostales, los ortodoxos del Este y de Oriente, y los católicos romanos. Los evangélicos en Canadá se están abriendo a las otras Iglesias locales en busca de diálogo, de oportunidades de rezar juntos, y de cooperar para dar testimonio a nuestras ciudades. Las Iglesias se enfrentan a una realidad común en la que ya no tienen la influencia social de la que una vez gozaron, y para muchas Iglesias históricas el número de sus feligreses se va reduciendo dramáticamente.

Las diferencias dentro de la comunidad cristiana sobre la prioridad o la necesidad de evangelizar a las personas de otra confesión han seguido siendo factores que inhiben la cooperación. Sin embargo, la cooperación cristiana en el diálogo interreligioso ha aumentado en los últimos años, ya que con frecuencia se lleva a cabo de forma común entre las Iglesias.

¿Ha estado Cristo dividido en Canadá? 
Ciertamente se puede afirmar que hay divisiones entre los cristianos de Canadá. La comunidad cristiana de Canadá está dividida sobre el papel de la mujer tanto en la Iglesia como en la sociedad, como también está dividida en cuestiones éticas como el aborto, la eutanasia y los matrimonios homosexuales. Muchas de estas divisiones atraviesan las diferencias entre las denominaciones. Sin embargo, frente a nuevas cuestiones sociales, algunas comunidades religiosas han comenzado a implicarse con sus vecinos en modos nuevos y positivos. De hecho, la historia de Canadá ha visto épocas de tensión y rivalidad, de vidas vividas en la ignorancia y la indiferencia del otro. A través de todo ello hemos aprendido a tener en consideración los valores de los otros para poder vivir juntos en paz. Seguimos divididos por la doctrina, la educación y la práctica, y por mantener nuestra propia peculiaridad religiosa, pero nuestro peregrinar hacia la unidad permanece bajo la guía de Dios.

Las aspiraciones expresadas en esta oración de las celebraciones del Centenario Canadiense en 1967 siguen reflejando el espíritu canadiense moderno:
“Oremos y vivamos por un mundo en que los pueblos de todas las naciones estarán unidos en el pensamiento, la palabra y la acción; ayúdanos a ser trasparentemente honestos, puros y llenos de amor en nuestras relaciones con los otros en nuestro mundo y en cada mundo. Oremos por la armonía y la realización de cada alma en esta nación y en cada nación; ayúdanos a trabajar y a vivir para que el hambre, la pobreza, la ignorancia y la enfermedad desaparezcan y tu Reino llegue. Amén".