A las 15, Hora de la Divina Misericordia, Jesús pide rezar el Via Crucis. No pide la coronilla a esa hora.
Lo ideal es rezar el Via Crucis. La Coronilla se puede rezar en cualquier otro momento.
Para el Via Crucis basta una meditación piadosa y una oración por estación: incluso se puede hacer en menos tiempo que la Coronilla, aunque lo ideal es dedicar más tiempo a contemplar cada estación.
El Via Crucis, oración compuesta por la Santísima Virgen, no es sólo para Cuaresma sino para todo el año, incluso Domingo y fiestas.
Abajo un modelo de Via Crucis en base a las meditaciones del confesor de Santa Faustina, Beato Popocko.
Vía Crucis de la Divina Misericordia
Oración preparatoria:
Señor misericordioso, Maestro mío, deseo seguirte con fidelidad, deseo imitarte en mi vida cada vez más perfectamente, por eso te ruego que a través de la meditación de tu Pasión me concedas la gracia de comprender cada vez mejor los misterios de la vida espiritual. María, Madre de la Misericordia, siempre fiel a Cristo, guíame por las huellas de la dolorosa Pasión de tu Hijo y alcánzame las gracias necesarias para que este vía crucis sea fecundo en mi corazón
I Estación - Jesús ante el Senedrín
Jesús a Santa Faustina: No te extrañes si a veces sospechan de ti injustamente. Yo por amor a ti, fui el primero en beber este cáliz„ de sufrimientos injustos (289). Cuando estaba ante Herodes he obtenido para ti la gracia de saber elevarte por encima del desprecio humano, de seguir, fielmente mis pasos (1164).
Santa Faustina: Jesús, somos sensibles a las palabras y queremos responder de inmediato, sin reparar si es la voluntad de Dios que hablemos. El alma silenciosa es fuerte, ninguna contrariedad le hará daño si persevera en el silencio. El alma silenciosa es capaz de la más profunda unión con Dios (477).
Jesús misericordioso, ayúdame a que sepa aceptar cada juicio humano y no me dejes pronunciar nunca la sentencia de condena contra ti en mis prójimos.
Jesús a Santa Faustina: No tengas miedo de los sufrimientos, Yo estoy contigo, (151 ). Cuanto más ames el sacrificio, tanto más puro será tu amor hacia mí (279).
Santa Faustina: Oh Jesús, te doy gracias por las pequeñas cruces, por las contrariedades con las que tropiezan mis propósitos, por el peso de la vida comunitaria, por una mala interpretación de mis intenciones, por las humillaciones por parte de los demás, por el comportamiento áspero frente a mí, por la salud débil y por el agotamiento de las fueras, por repudiar yo mi propia voluntad, por el anonadamiento de mi propio yo, por la falta de reconocimiento en todo, por los impedimentos hechos a todos mis planes (343).
Jesús misericordioso, enséñame apreciar las dificultades de la vida, la enfermedad, cada sufrimie
nto y con amor llevar esta cruz cotidiana.
III Estación: Jesús cae bajo el peso de la cruz
Jesús a Santa Faustina: Las culpas involuntarias de las almas no retienen mi amor hacia ellas ni me impiden unirme a ellas; sin embargo las culpas, aunque sean las más pequeñas pero voluntarias frenan mis gracias y a tales almas no las puedo colmar de mis dones (1641).
Santa Faustina: Oh Jesús mío, soy tan propensa al mal y eso me obliga a vigilarme continuamente, pero nada me desalienta, confío en la gracia de Dios, que abunda donde la miseria es la más grande (606).
Señor misericordioso. guárdame de cualquier infidelidad, aunque sea la más pequeña. pero voluntaria y consciente.
IV Estación: Jesús encuentra a su Madre
Jesús a Santa Faustina: Aunque todas las obras que surgen por mi voluntad están expuestas a grandes sufrimientos, sin embargo considera si alguna de ellas estuvo expuesta a mayores dificultades que la obra directamente mía- la obra de la Redención. No debes preocuparte demasiado por las contrariedades (1643).
Santa Faustina: Vi a la Santísima Virgen (…), que se acercó mí (…) y me dijo estas palabras: Sé valiente, no tengas miedo de los obstáculos engañosos, sino contempla atentamente la Pasión de mi Hijo y de este modo vencerás. (449).
María, Madre de la Misericordia, está conmigo siempre, sobre todo en el sufrimiento, así como estabas en la vía dolorosa de tu Hijo.
V Estación: Simón Cirineo ayuda a Jesús a lleva la Cruz
Jesús a Santa Faustina: Permito contrariedades para multiplicar méritos. Yo no recompenso por el resultado positivo sino por la paciencia y el trabajo emprendido por mí (86).
Santa Faustina: Oh Jesús mío, tú no das la recompensa por el resultado de la obra, sino por la voluntad sincera y el esfuerzo emprendido; por lo tanto estoy completamente tranquila, aunque todas mis iniciativas y mis esfuerzos quedaran frustrados, ni fueran realizados jamás, si hago todo lo que está en mi poder, lo demás no es cosa mía (952).
Jesús, Señor mío, que cada pensamiento, cada palabra, cada actividad sean emprendidos sólo por amor a tí. Purifica mis intenciones.
VI Estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús
Jesús a Santa Faustina: Has de saber que cualquier cosa buena que hagas a cualquier alma, la acojo como si la hubieras hecho a mí mismo (1768).
Santa Faustina: Aprendo a ser buena de Jesús de Aquel que es lo bondad misma, para que pueda ser llamada hija del Padre Celestial (669). Un gran amor sabe transformar las cosas pequeñas en cosas grandes y solamente el amor da valor a nuestras acciones (303).
Señor Jesús. Maestro mío, haz que mis ojos, mis manos, mi boca, mi corazón... sean misericordiosos. Transfórmame en misericordia.
VII Estación: Jesús cae por segunda vez
Jesús a Santa Faustina: La causa de sus caídas está en que cuentas demasiado contigo misma y te apoyas muy poco en mí (1488). Debes saber que por ti misma no puedes nada (639). No eres capaz de recibir ni siquiera mis gracias sin mi ayuda (738).
Santa Faustina: Jesús no me dejes sola (..). Tú sabes, Señor, lo débil que soy. Soy un abismo de miseria, soy la nada misma. Por eso ¿qué habría de extraño si me dejaras sola y yo cayera si me dejaras sola? (1489). Por eso Tú, oh Jesús, tienes que estar continuamente conmigo como la madre cerca de su niño débil, y aún más (264).
Que me apoye tu gracia, Señor, para que no caiga continuamente en los mismos errores: y si caigo, ayuda que me levante y glorifique tu misericordia.
VIII Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén
Jesús a Santa Faustina: Oh, cuánto me agrada la fe viva (1420). Deseo que haya en ustedes más fe en el momento actual (352).
Santa Faustina: Te ruego ardientemente, Señor, que dejes reforzar mi fe para que en mi gris vida cotidiana no me guíe según la consideraciones humanas, sino según el espíritu. Oh, como todo atrae al hombre hacia la tierra, pero una fe viva mantiene el alma en una esfera más alta y al amor propio le asigna el lugar que le corresponde, es decir, el último (210).
Señor misericordioso, gracias por el santo Bautismo y la gracia de la fe. Vuelvo a llamar continuamente: ¡Señor, creo, aumenta mi fe!
IX Estación: Jesús cae por tercera vez
Jesús a Santa Faustina: Has de saber que el mayor obstáculo para la santidad es el desaliento y la inquietud injustificada que te quitan la posibilidad de ejercitarte en las virtudes ( ...)Yo estoy siempre dispuesto a perdonarte. Cada vez que me lo pidas, glorificas mi misericordia (1488).
Santa Faustina: Oh Jesús mío, a pesar de tus gracias, siento y veo toda mi miseria. Comienzo el día luchando y lo termino luchando; en cuanto aparto una dificultad, en su lugar surgen diez por superar, pero no me aflijo por ello, porque se muy bien que éste es tiempo de la lucha y no de la paz. (606).
Señor misericordioso, te doy, lo que es mi propiedad exclusiva, es decir el pecado y la debilidad humana. Te ruego que mi miseria se ahogue en tu insondable misericordia.
X Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras
Santa Faustina: Jesús se presentó delante de mí inesperadamente, despojado de las vestiduras, cubierto de llagas en todo el cuerpo, con los ojos llenos de sangre y de lágrimas, la cara desfigurada, cubierta de salivazos. De repente el Señor me dijo: La esposa debe asemejarse al Esposo.
Santa Faustina: Entendí estas palabras en profundidad. Aquí no hay lugar para ninguna duda. Mi semejanza a Jesús debe realizarse a través del sufrimiento y de la humildad (268).
Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón según tu Corazón.
XI Estación: Jesús es clavado en la cruz
Jesús a Santa Faustina: Discípula mía, ten un gran amor para aquellos que te hacen sufrir; haz el bien a quienes te odian (1628).
Santa Faustina: Oh Jesús mío, tú sabes qué esfuerzos son necesarios para tratar sinceramente y con sencillez, con aquellos de los cuales nuestra naturaleza huye, o con los que nos hicieron sufrir consciente o inconscientemente, esto es imposible humanamente. En tales momentos mas que en otras ocasiones, trato de descubrirte a ti, Jesús, en aquellas personas y por ti hago el bien para ellas (comparar 766).
Oh Amor purísimo, reina totalmente en mi corazón y deja amar lo que supera la medida humana (comparar 328).
XII Estación: Jesús muere en la cruz
Jesús a Santa Faustina: Todo esto por la salvación de las almas. Reflexiona, hija mía, sobre lo que haces tú para su salvación (1184).
Santa Faustina: Entonces vi a Jesús clavado en la cruz. Después de estar Jesús colgado en ella vi toda una multitud de almas crucificadas con Jesús. Y vi la tercera muchedumbre de almas y la segunda de ellas. La segunda infinidad de almas no estaba clavada en la cruz, sino que las almas sostenían fuertemente la cruz, en la mano; mientras tanto la tercera multitud de almas no estaba clavada ni sostenía la cruz fuertemente, sino que esas almas arrastraban la cruz, detrás de sí y estaban descontentas. Entonces Jesús me dijo:
Jesús: Ves, esas almas que se parecen a mí en el sufrimiento y en el desprecio, también se parecerán a mí en su gloria; y, aquellas que menos se asemejan a mí en el sufrimiento y en el desprecio, serán menos semejantes también en mi gloria (446).
Jesús, Salvador mío, escóndeme en el fondo de tu Corazón para que alimentada con tu gracia pueda asemejarme a ti en el amor a la cruz y participar en tu gloria.
XIII Estación: Jesús es bajado de la cruz
Jesús a Santa Faustina: El alma más querida para mí es la que cree fuertemente en mi bondad y la que tiene confianza plenamente; le ofrezco mi confianza y le doy todo lo que pide (453).
Santa Faustina: Acudo a tu misericordia, Dios compasivo, sólo Tú eres bondad. Aunque mi miseria es grande y mis ofensas muchas, confío en tu misericordia porque eres Dios de misericordia y desde tiempo inmemorial nunca se ha oído, ni el cielo ni la tierra recuerdan que un alma confiada en tu misericordia haya quedado decepcionada. (1730)
Jesús misericordioso, cada día multiplica en mí la confianza en tu misericordia para que siempre y en todas partes dé testimonio de tu bondad y tu amor infinito.
XIV Estación: Jesús es puesto en el sepulcro
Jesús a Santa Faustina: Aún no estás en la patria; así pues, ve fortalecida con mi gracia y lucha por mi reino en las almas humanas y lucha como una hija real y recuerda que pronto pasarán los días del destierro , con ellos la oportunidad de adquirir méritos para el cielo. Espero de ti (...) un gran número de almas que glorifique mi misericordia durante toda la eternidad (1489).
Santa Faustina: A cada alma que me has confiado, oh Jesús, procuraré ayudarla con la oración y el sacrificio, para que tu gracia pueda obrar en ella. Oh gran Amante de las almas, oh Jesús mío, te agradezco por esta gran confianza, ya que te has dignado confiar estas almas a nuestro cuidado (245).
Haz Señor misericordioso, que no perezca ni una sola alma de las que me has confiado.
Oración después del Vía Crucis:
Jesús mío, mi única esperanza, te agradezco este gran libro que has abierto delante de las ojos de mi alma. Este gran libro es tu Pasión afrontada por amor hacia mí. De este libro he aprendido cómo amar a Dios y a las almas. En él están encerrados inagotables tesoros (...). Oh Jesús, que pocas son las almas que te entienden en tu martirio de amor (...). Feliz el alma que ha entendido el amor del Corazón de Jesús (304).
Al anunciar cada estación hacer genuflexión (rodilla derecha en el suelo) y rezar:
V: Te adoramos Cristo y te bendecimos
R: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
R: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
V: Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R: Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
R: Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
En cada estación, luego de la meditación, rezar
a) Padre nuestro,
b) Ave María (cf argumentos en Coronilla)
c) “V: Señor pequé R: ten piedad y misericordia de mí” o Padre eterno.
a) Padre nuestro,
b) Ave María (cf argumentos en Coronilla)
c) “V: Señor pequé R: ten piedad y misericordia de mí” o Padre eterno.
El Vía Crucis, creado por la Madre del ecumenismo, ayuda a cumplir Lc 9,23 y 14,27. Ningún Cristiano puede rechazar meditar textos bíblicos de la Pasión, por eso, aunque recomienda el tradicional, Juan Pablo II creó un Vía Crucis 100% bíblico pensando en los hermanos separados.
Beato Michael Sopoćko, confesor de Santa Faustina: Misericordia Divina en sus Obras, tomo II:
Estación I
Jesús es condenado a muerte
Me da vergüenza Señor ponerme delante de Tu santo semblante, porque me parezco tan poco a Ti. En la flagelación sufriste tanto por mí que sólo ese dolor te hubiera matado si no fuera por la voluntad y la sentencia del Padre celestial que murieras en la cruz. Y para mí es difícil aguantar las infracciones pequeñas e imperfecciones de las personas de casa y de los prójimos. Tú, por misericordia, derramaste tanta sangre por mí. Y para mí cada ofrecimiento, cada abnegación para el prójimo es dura. Tu con paciencia inefable y callando enduraste el dolor de flagelación y yo me quejo y gimo cuando me toque aguantar por Ti algún dolor o desprecio por parte del prójimo (p. 103).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Estación II
Jesús lleva la cruz
Con profunda compasión voy a seguir a Jesús. Voy a soportar con paciencia ese disgusto, qué pequeño para dar homenaje a Su camino al Gólgota. ¡Si va a la muerte por mí! ¡Por mis pecados sufre! ¿Cómo puedo estar indiferente respecto a eso?
No quieres Señor que lleve contigo Tu pesada cruz sino que aguante diariamente, pacientemente mis pequeñas cruces. Pero hasta ahora no lo he hecho. Me da vergüenza y pena esa pusilanimidad e ingratitud mía. Decido recibir con confianza y aguantar con amor todo lo que pongas sobre mí por Tu misericordia (p. 119).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Estación III
Jesús cae por primera vez
Llevaste Señor una terrible carga- los pecados de todo el mundo de todos los tiempos... Por eso cesan Tus fuerzas. No puedes seguir con este peso debajo del cual Te caes. Cordero de Dios que, por Tu misericordia, quitas el pecado del mundo, por el peso de Tu cruz, desembarázame de la pesada carga de mis pecados y enciende el fuego de Tu amor, para que su llama nunca muera (p. 123).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Estación IV
Jesús encuentra a su madre
Madre Santísima, madre Virgen, haz que me contagie del dolor de Tu alma. Te quiero Madre dolorosa que sigues el mismo camino por el que caminó Tu amadísimo Hijo- el camino de vergüenza y de humillación, de menosprecio y maldición, grábame en Tu corazón inmaculado y, como la Madre de Misericordia, concédeme la gracia, para que, siguiendo a Jesús y a Ti, no me deprima en este espinoso camino de Calvario que también para mí trazó la Divina Misericordia (p. 126).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Estación V
Jesús es ayudado por el Cirineo
Como a Simón, también para mí la cruz es una cosa penosa. Por naturaleza la rehúyo, pero las circunstancias me obligan a acostumbrarme a ella. Desde ahora voy a tratar de llevar mi cruz con la disposición de Cristo. Voy a llevar la cruz por mis pecados, por los de otros, para las almas que sufren en el Purgatorio, imitando al misericordiosísimo Salvador. Entonces voy a hacer el camino real de Cristo, y voy a seguir por él, aun cuando me rodee una multitud de gente enemiga, burlándose de mí (p. 129).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Estación VI
La Verónica enjuga el rosto de Jesús
Jesús ya no sufre, no puedo darle un velo para enjugar el sudor y la sangre. Mas el sufriente Salvador sigue viviendo en Su cuerpo místico, en sus hermanos, cargados con la cruz: en los enfermos, agonizantes, pobres, necesitados a los que les falta un paño para enjugarles el sudor. Si Él dijo: “En verdad os digo, que todo lo que hicisteis por uno de estos mis hermanos, por humildes que sean, por mí mismo lo hicisteis.” (Mt 25, 40), pues voy a ponerme al lado de un enfermo, un agonizante, con verdadero amor y paciencia para enjugarle el sudor, para fortalecerle y consolarle (p. 132).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Estación VII
Jesús cae por segunda vez
Señor... ¿cómo puedes tolerarme a mí pecador todavía, que te ofendo innumerables veces con mis pecados cotidianos? Me lo puedo explicar solamente con la grandeza de Tu misericordia que todavía sigues esperando a que me mejore. Ilumíname Señor con la luz de Tu gracia para que conozca todos mis errores y malas inclinaciones que causaron que volvieras a caer bajo la cruz. Para que desde ahora las extirpe sistemáticamente. Sin Tu gracia no puedo librarme de ellos (p. 136).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Estación VIII
Jesús consuela a las mujeres
Hay también para mí un tiempo de misericordia, pero limitado. Después de ese tiempo se hará la justicia, de lo cual habla amenazante Jesús... Estoy cargado con muchas culpas, estoy marchitando y consumiéndome del temor, pero voy a seguir los pasos de Jesús, voy a tomarme la contrición al corazón y voy a hacer justicia con la sincera penitencia. A esta penitencia me estimula la infinita misericordia de Jesús que había cambiado su corona de gloria a la corona de espinas, salió a buscarme y, al haberme encontrado, me abrazó a su corazón (p. 139).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Estación IX
Jesús cae por tercera vez
Por mí sufre Jesús y por mí cae bajo la cruz. ¿Dónde estaría hoy yo sin el sufrimiento del Salvador?... Por lo tanto, todo lo que hoy tenemos y quien somos en el sentido sobrenatural, todo lo debemos solamente a la Pasión de Jesucristo. Hasta el cargar con nuestra cruz no significa nada sin la gracia. Solamente Su pasión hace nuestra contrición merecedora y la penitencia eficaz. Sólo la misericordia, revelada en su triple caída es la garantía de mi salvación (p. 142).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Estación X
Jesús es despojado de sus vestiduras
En este terrible misterio estuvo presente la Santísima Madre que lo vio todo, lo escuchó todo y lo miró todo con atención. Uno puede imaginarse el dolor interior por el que pasó, viendo a Su Hijo profundamente avergonzado en la sangrienta desnudez, probando una amarga bebida a la que yo también había vertido la amargura con el pecado del abuso de la comida y la bebida. Desde este momento decido, con ayuda de la gracia Divina, practicar una sabia mortificación en este asunto, para que la desnudez de mi alma no ofenda a los ojos de Jesús ni a Su santísima Madre (p. 145).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Estación XI
Jesús es crucificado
Con la mente pongámonos en el Gólgota, bajo la cruz de Jesús, y meditemos en esa terrible escena. Entre el cielo y la tierra está colgado el Salvador, en las afueras, rechazado por su gente, está colgado como un delincuente, entre otros delincuentes, como una imagen de la ínfima miseria, desamparo y dolor. Sin embargo, Él se parece a un comandante, que conquista las naciones, no con espada y armas, sino con la cruz, no para matarlas, sino para salvarlas. Porque de la cruz del Salvador se hará desde entonces una herramienta de la gloria de Dios, de la justicia y de la infinita misericordia (p. 150).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Estación XII
Jesús muere en la cruz
Nadie presenció ese acto de sacrificio con sentimientos y pensamientos tan maravillosos y adecuados, como la Madre de la Misericordia. Así como durante la Encarnación y la Natividad sustituía a toda la humanidad, adorando y amando ardientemente al Dios del universo, ante su muerte también adoraba el cuerpo inerte: lloraba la pérdida del Hijo, pero a la vez no se olvidaba de sus hijos adoptivos. Los representantes de ellos son San Juan Apóstol y el recién convertido criminal por el cual había intercedido. Toma también mi defensa, o Madre de Misericordia, acuérdate de mí, cuando en mi agonía, encomiende mi alma al Padre (p. 195).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Estación XIII
Jesús en los brazos de su Madre
Misericordiosísimo Salvador, ¿qué corazón resistirá la cautivadora, rompedora elocuencia con la que nos hablas con las innumerables heridas de Tu cuerpo muerto, reposante en el seno de Tu dolorosa Madre?... Cada acción Tuya hubiera bastado como propiciación de la justicia y la reparación de las ofensas. En cambio elegiste esa manera de redención para resaltar el gran valor de muestra alma y Tu inagotable misericordia. Para que incluso el mayor pecador pueda venir a Ti con confianza y contrición, y recibir perdón como lo recibió el criminal agonizante hace mucho tiempo (p. 208).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Misericordiosísimo Salvador, ¿qué corazón resistirá la cautivadora, rompedora elocuencia con la que nos hablas con las innumerables heridas de Tu cuerpo muerto, reposante en el seno de Tu dolorosa Madre?... Cada acción Tuya hubiera bastado como propiciación de la justicia y la reparación de las ofensas. En cambio elegiste esa manera de redención para resaltar el gran valor de muestra alma y Tu inagotable misericordia. Para que incluso el mayor pecador pueda venir a Ti con confianza y contrición, y recibir perdón como lo recibió el criminal agonizante hace mucho tiempo (p. 208).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Jesús puesto en el sepulcro
Madre de Misericordia, me adoptaste para que me hiciera hermano de Jesús, por el cual lloras tras ponerle en la tumba... No le hagas caso a mi debilidad, inestabilidad y dejadez, por las que lloro incesantemente, y a las que renuncio constantemente, pero acuérdate de la voluntad de Jesús que me había puesto bajo Tu protección. Cumple pues Tu misión en cuanto a mí, por desmerecedor que sea, dadme tantas gracias del Salvador como mi debilidad necesita. Sé para mí siempre la Madre de misericordia (p. 224).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.
Madre de Misericordia, me adoptaste para que me hiciera hermano de Jesús, por el cual lloras tras ponerle en la tumba... No le hagas caso a mi debilidad, inestabilidad y dejadez, por las que lloro incesantemente, y a las que renuncio constantemente, pero acuérdate de la voluntad de Jesús que me había puesto bajo Tu protección. Cumple pues Tu misión en cuanto a mí, por desmerecedor que sea, dadme tantas gracias del Salvador como mi debilidad necesita. Sé para mí siempre la Madre de misericordia (p. 224).
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.